Trío Matamoros, genuinamente popular

Trío Matamoros

Entre los clásicos de la música cubana, destaca el cantautor de Santiago de Cuba, Miguel Matamoros, quien nació 8 de mayo de 1894 y desde pequeño amó la música sin esperar mucho de ella.

Durante algún tiempo cantó como solista y en 1924 formó su primer trío. Pero ese no era el Matamoros. La historia del trío más importante de la música cubana mucho le debe al autor de “Lágrimas negras” y “Son de la loma”.

Miguel Matamoros formó su primer trío. Lo integraban Manuel Bisbé, voz segunda y clave; Alfonso del Río, guitarra acompañante, y Miguel, voz prima y guitarra principal. Se llamaba Trío Oriental, siguiendo la tradición santiaguera de ponerle ese nombre a muchas agrupaciones nacidas en esa zona.

Matamoros había conseguido un contrato para presentarse en La Habana, pero Alfonso no pudo acompañarlos por su trabajo como teniente. En su lugar viajó Rafael Cueto, un joven mecanógrafo. Sus presentaciones tuvieron gran éxito.

A su regreso a Santiago, el Trío Oriental siguió presentándose en fiestas, teatros y casas particulares. Sin embargo, hubo un desprendimiento de la agrupación. Bisbé tenía un carácter difícil y no ligaba mucho con Matamoros.  Tampoco Alfonso podía asumir diversas presentaciones por problemas de trabajo.

Cuentan que el 8 de mayo de 1925, cuando  Miguel Matamoros cumplía 31años, realizó una pequeña fiesta en casa con diversos trovadores. Rafael Cueto sacó la guitarra e invitó a un amigo suyo, Siro Rodríguez, barítono de hermosa voz y carácter jovial. Así surgieron canciones y empezaron a improvisar. Miguel invitó a Cueto a que lo acompañara en uno de sus boleros y a ellos se unió ocasionalmente Siro. El acompañamiento de Cueto con sus insuperables tumbaos guitarrísticos puso el toque mágico. Acababa de nacer el Trío Matamoros, aunque entonces no se llamaba así.

En 1926 el trío oriental de Siro, Cueto y Miguel viaja a La Habana recomendado por Eusebio Delfín. Querían grabar un disco. Impresionaron a ejecutivos de la RCA Víctor en Cuba, pero al final todo quedó pendiente. Miguel y sus amigos regresaron a Santiago hasta 2 años después.

Era 1928 cuando arribaba a Cuba un tal míster Terry, así se limita la historia musical al recoger su nombre. Era un alto funcionario de la RCA Víctor, cazador de talentos. Invitó al trío a un ensayo y luego fue a su presentación en el teatro. Menos de un mes más tarde, llegaba el aviso para grabar en los Estados Unidos. Lo primero que grabaron fue “Promesa” aunque el disco debut tenía por un lado “El que siembra su maíz” y por el otro “Olvido”.

Hasta ese momento el trío se llamaba Oriental. El técnico de la RCA comenzó las grabaciones y preguntó por el nombre de la nueva agrupación. Entonces él sugirió un cambio pues ya había otros llamados así. Propuso que se nombraran Trío Matamoros y así quedaron en la historia.

Después de su grabación en los Estados Unidos regresaron a la rutina de Cuba. Miguel continuó como chofer de Bartolomé Rodríguez, Siro como herrero y a Cueto lo habían despedido de su empleo como mecanógrafo.

Sin embargo, cantaban juntos en sus ratos libres. Una tarde iba Miguel manejando el automóvil cuando ven una aglomeración de personas frente a la tienda La dichosa, de Santiago. El señor Rodríguez le ordena a su chofer que investigue. Miguel regresa diciendo que habían puesto a la venta un nuevo disco que al parecer gustaba mucho. El dueño del carro entrega dinero a Matamoros para que compre la placa.

Al otro día mientras Miguel limpiaba el carro escucha por las bocinas del tocadisco de la casa, por vez primera, la grabación. El señor Rodríguez lo manda a buscar: «Miguel… ¿usted tiene algún familiar músico que se llame como usted». Matamoros le contesta: «No señor, ese que canta soy yo».

Al poco rato el señor Rodríguez lo manda a llamar, le entrega un sobre cerrado, da el día libre y le indica que lo abra después. El sobre contenía un billete de cien pesos, cifra desmesurada en ese tiempo, y una nota donde decía que un cantante como Matamoros no podía seguir trabajando como chofer, que se dedicara por completo al arte.

La fama del trío creció. Se vendieron en unos días 64 mil discos, una cifra muy elevada pues existían pocos aparatos fonográficos en Cuba.

En La Habana pocos le conocían. Algunos pensaban que eran mejicanos. Félix B. Caignet fue quien pudo localizarlos y se convirtió en el primer representante de la agrupación. Poco tiempo después el ya famoso Trío Matamoros se presentó con gran éxito en el exclusivo teatro Campoamor.

El contrato hecho por el Circuito Smith presentó al Trío Matamoros hasta en cinco teatros el mismo día. Los discos se vendían en todas partes. Quisieron darse a conocer en el interior del país y emprendieron una gira por las principales ciudades de Cuba.

Cuando volvieron a Santiago el público los recibió como a grandes artistas, y lo eran. Todas las agrupaciones, incluyendo la Banda Municipal, se reunieron para tributarles un homenaje.

Regresaron a La Habana para la inauguración del Capitolio, el 20 de mayo de 1929.  Después tomaron un vapor que los llevó a su  primera gira por el exterior. Se presentaron durante dos meses en México. Estuvieron además en Estados Unidos y República Dominicana, donde los sorprendió un gran ciclón. En Santiago los daban por muertos y al regreso Miguel se inspiró para componer su célebre “El trío y el ciclón” donde decía: «Espiritistas inciertos / que muchos hay por allá / porfiaban con terquedad / que los del trío habían muerto…».

El Trío Matamoros fue la agrupación de su tiempo que más viajó. La última salida al extranjero la hicieron el 5 de marzo de 1960. Poco tiempo después, el 10 de mayo, se despidieron del público cubano en el popular programa Jueves de Partagás. Habían transcurrido 35 años de aquella ocasión memorable, cumpleaños de Matamoros, cuando se unieron casualmente Miguel y Siro con la guitarra inmortal de Rafael Cueto.

El Trío Matamoros nos legó, en infinidad de grabaciones, un amplio repertorio de sones, boleros y otros géneros de la música popular que se difundieron casi a escala planetaria.

“Promesa”, “Dulce embeleso”, “Reclamo místico”, “La mujer de Antonio”, “Son de la loma” y “Lágrimas negras”, entre otros que llevan la firma de Miguel Matamoros, se popularizaron por el mundo. La sonoridad de las dos voces e igual número de guitarras formaron un conjunto armónico que resultó diferente a las propuestas sonoras de otros grupos.

En Cuba, y posiblemente en América Latina, no exista una agrupación de este tipo que haya alcanzado tan alto nivel de popularidad en los más diversos estratos sociales. Para recordar a Miguel Matamoros hoy nada mejor que hacerlo desde la historia de su legado con su inigualable trío.