La Lupe: texto y contexto

Juan Almeida Bosque La Lupe

Para evaluar con rigor la poética de un compositor y por consiguiente, ser justo en la estimación de la obra, se precisa contextualizar el contenido con sus circunstancias epocales y espaciales, las experiencias vivenciales que la inspiraron, los avatares sentimentales que signaron su subjetividad y otros elementos, que en última instancia, son suma y reflejo de las existencias humanas.

No resulta posible —al menos para este informativista— emprender tamaña empresa de un tirón ni en tan  breve espacio, por lo que propongo un sucinto acercamiento al cancionero romántico de Juan Almeida Bosque, un autor prolífico y diverso, que también incursionó en la música popular bailable.

Tomemos su tema más mediático, titulado “La Lupe”, y que inicialmente el autor pensó llamar “Guadalupe”. En la canción están presentes los impactos referidos con anterioridad, dígase, por ejemplo, espacio y tiempo. Fue escrita en México por el futuro comandante de la Revolución  vísperas de su regreso a Cuba a bordo del yate Granma.

Por tener como escenario la tierra azteca, el bolero — así lo clasificó Almeida — tiene aires de ranchera. Está dedicada a una joven mujer que conoció un domingo en la tarde, en el bosque de Chapultepec a la que identificó con el nombre de Guadalupe o  Lupe, sin ofrecer en sus escrituras referencia alguna a esta mujer. Lo único que queda es la canción, el recuerdo y el reconocimiento de la experiencia vivida. Quizás su nombre ni siquiera fuera ese en la vida real, sino un  alias inspirado por su visita al santuario de la Virgen de Guadalupe.

El enamoramiento de Almeida está fuera de toda duda, pues en la descripción que hace de ella es evidente el sentimiento. Así escribió al respecto «Es delgada, de mediana estatura, aunque de tacones luce más alta de lo que es en realidad. Ojos de miel, pícaros y facciones de ángel… Hace tiempo que no me entusiasmaba como ante aquella mujer de aspecto tan agradable en su conjunto. Su risa es como un cascabel, contagiosa».

La Lupe será para Almeida refugio de los afectos que le faltan; apreciación que deriva de estos sencillos versos de corte autobiográfico: «Golondrina sin nido/ era yo en el camino/cuando te conocí. / Tú me abriste tu pecho/ con amor bien sentido; /yo me anidé en ti».

Aquel sería un romance de caminatas, parques y museos; no irá más allá. Fue un idilio que nació con la incertidumbre que no iba a vivir mucho tiempo. Almeida no estaba en un viaje de placer, se encontraba allí con la finalidad de prepararse como parte de una fuerza expedicionaria para desembarcar en Cuba e iniciar la insurrección revolucionaria.

ʺLa Lupeʺ —la canción— no fue propiamente un tema de despedida, sino un hasta luego o un hasta siempre, escrita por una persona que no podía realizar promesas porque emprendía un viaje «a vencer o a morir», pero que dejaba abierta la posibilidad de un regreso si lograba sobrevivir. Por eso le pide que no lo olvide y se acuerde de él.

La mexicana bonita no fue una mujer despechada. Lo confirma el expedicionario del Granma, cuando explicó años después, que con esta canción quiso expresar : «Ese deseo sublime que quise que fuera indeleble, agarrarlo, grabarlo, escribirlo para que no se fuera como el viento o el agua. Decirle: Ya me voy de tu tierra, / mexicana bonita, y decir todo lo que siento por México, pero hay algo más fuerte que me llama a gritos: el deber para con mi patria».

En la memoria del exiliado devenido comandante guerrillero y poco más tarde fue miembro del Buró Político y vicepresidente del Consejo de Estado, aquel amorío, fugaz en lo físico pero no en lo espiritual, siempre fue recordado por el compositor de más de 300 canciones. Por eso en cada uno de sus viajes a México, la buscó hasta inspirarle otras canciones —según refiere Ciro Bianchí—, como aquella cuya letra dice: «(…) hoy, con polvo en los cabellos/ de andar por los caminos, / en tránsito de nuevo/ por México otra vez, / quiero dejarte Lupe/ mi más bello recuerdo/ por haber sido tuyo/ también lo que yo amé».

Finalmente, esta   joya de la creación musical de la Isla, queda como homenaje a la tierra mexicana, y a sus mujeres, como escribió Almeida en  ¡Atención! ¡Recuento! Presidio, exilio, desembarco (1992): «Mi amor por este país nace de lo más profundo de los sentimientos, sin esperar reciprocidad, ahora lo he volcado también en una de sus hijas… Queda la canción como un recuerdo de ella, a todas las Lupe y a la mujer mexicana».

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