El genio cubano de música negra y ojos azules

Alejandro García Caturla

Sublime el alma de azulísima mirada, tras un piano único apenas crece el genio que no puede soñar sin el olor de su nodriza negra, los ritmos despreciados de aquella raza y la justicia incorruptible.

Remedios sigue siendo la ciudad del niño cubano Alejandro García Caturla, quien asombró a todos por sus decisiones no convencionales: su virtuosismo veneró los ritmos de origen africano, su amor por el color más oscuro de la piel lo consagró a dos hermanas y a los once hijos que le dieron.

La patria, por la que su abuelo mambí murió defendiendo, la que el padre liberó de España, fue la misma que trató de armonizar con melodías y leyes equitativas.

Su casta de opulencia blanca y la educación musical materna no aceptaron la preferencia del adolescente Alejandro por los bembés y las muchachas negras.

Estudió en Paris, apoyado por Alejo Carpentier, aprendió diferentes instrumentos sonoros, incluso fundó una sociedad de músicos en la villa de Caibarién. La natal Remedios rechazó su arte, mientras en Europa y Norteamérica era reverenciado, y sus creaciones ejecutadas por notables maestros.

En Cuba necesitó estudiar Derecho que complacía al padre y permitía criar a sus descendientes. Con férrea actitud para dictar justicia, devino fastidio para los poderosos y comprendió luego de un atentado y avisos anónimos que su vida corría peligro.

El joven Alejandro García Caturla desarrolló capacidades como crítico de arte, colaboró en diarios locales, al tiempo que componía, daba conciertos, cantaba en La Habana y otras ciudades, además de mantener vínculos con intelectuales criollos que reconocieron su obra, aunque era compleja para la época.

Polémico, osado, no se conformó con los clásicos europeos y llevó a sinfonía los sonidos que nacieron en barracones de esclavos, en fiestas de negros libertos, en solares de personas humildes pero colmadas de alegría.

A los 34 años de edad el excepcional juez no recibió la protección que solicitara para él y su familia. Sus sueños de irse a vivir a La Habana o regresar a Europa para dedicarse a la música quedaron truncados.

Su asesinato a manos de un carcelero que debía ser juzgado por maltratar a una mujer, alegró a unos cuantos, indignó a quienes lo apreciaban y dejó al arte sonoro cubano sin su niño genio.