Con el mismo fuego patriótico de Martí y Fidel

“…como la luz del carbón blanco, que se quema él, para iluminar alrededor”, sintió José Martí su vida de luchas interminables por salvar a la Patria, y así le escribió en emotiva carta a su querida y angustiada madre, quien trató en vano de persuadir al hijo de continuar el camino del sacrificio.

A 171 años del natalicio del Héroe Nacional de Cuba, su ideario está intacto como legado del país en que nació y por el que dio hasta su preciosa vida por verlo libre de imperios opresores.

Era un niño de 15 años cuando escribió el épico poema “Abdala” y anunciaba, acaso, tempranamente su convicción de no claudicar en su pasión por la Patria, de la cual expresara en sus versos: “…no es amor ridículo a la tierra, ni a la yerba que pisan nuestras plantas”.

El Apóstol de la independencia de Cuba entendió su compromiso sublime y eterno con la defensa de la justicia y la equidad social, con la dignidad plena del hombre.

Fueron estos principios simientes de las siguientes hornadas de patriotas, los inspiraron en cada gesta para cumplir “el sueño de mármol de Martí”, como sentenciara en 1923 Rubén Martínez Villena en su “Mensaje lírico civil” y que nuestro Comandante en Jefe recordara en ocasión del vigésimo aniversario de la epopeya gloriosa del Moncada.

Porque somos la única Revolución que inicio Céspedes en La Demajagua y que hoy continuamos en nuevas circunstancias, no se apagan cada año las antorchas la noche del 27 de enero, símbolo de que es el mismo fuego el que nos ilumina y enardece ante la responsabilidad como ciudadanos de una nación soberana.

Si la generación del centenario en 1953 encendió la llama para no dejar morir al Apóstol, y la guía de Martí y Fidel nos han traído hasta aquí, es porque reconocemos nuestro compromiso con el presente y el futuro de bienestar que nos legaron y seguimos defendiendo.