Caturla: renovador de la música cubana

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De Alejandro García Caturla se sabe muy poco, pero fue el hombre que cambió el rostro de la música cubana y un renovador del arte en nuestro país.

“El Temperamento musical más rico y generoso que haya aparecido en la Isla”, así lo llamó Alejo Carpentier. El musicólogo Hilario González afirmaba “Sólo un genio puede componer así”. Ambos se referían a Alejandro García Caturla, el hombre que confesaba sobre su arte: “La música que he escrito y la que componga en el futuro no aspira al Premio de Roma, ni sigue las huellas de nadie, sino los impulsos creadores de mi inspiración libre, tal vez desordenada, pero esencialmente mía…”.

“Caturla entendió en su verdadera esencia lo que representaba tener bien puestos los pies en su tierra de negros, blancos y mestizos”, escribía el periodista Pedro de la Hoz y comparaba: “Si desde la poesía, Nicolás Guillén abogó por el color cubano, Caturla lo consiguió en música”.

En Remedios, ciudad del centro de Cuba, se escuchaba el apellido Caturla desde 1829 cuando un brigadier español contrajo matrimonio con una joven criolla.  José y María de los Dolores serían los bisabuelos maternos de un niño nacido el 7 de marzo de 1906 a las 5:30 de la madrugada. Le pusieron Alejandro Evelio Tomás Othón. Trasciende en la música cubana con su apellido: Caturla.

Cuenta la leyenda que el pequeño Alejandro tapaba la boca de las personas cuando cantaban algo triste. Los dedos se le iban solos para las teclas del piano y en ellas con menos de diez años reproducía arias de ópera.

“Genio vivo, puro nervio”, así le llamó su maestra María Montalbán. En la adolescencia crecía su espíritu ansioso, las apetencias artísticas. Alejandro García Caturla iba a ser músico, y uno de los mejores. Decía sentir la necesidad del arte, no como pasatiempo, sino como una función fisiológica.

Dicen que lo aprendía todo con facilidad: la música, los idiomas, la abogacía. La severidad lo caracterizaba no sólo en el trato a los demás, sino consigo mismo.

Una vez no estuvo en tiempo en el trabajo y ordenó a su subalterno imponerle una multa al juez por haber llegado tarde. Era difícil ser una persona justa en un tiempo tan convulso. Ganó muchos enemigos, algunos de ellos poderosos. Incluso en 1935 lograron que se investigara sobre él. Pero las conclusiones del Doctor Ernesto Federico Ruiz Riesgo, juez instructor, favorecieron a Caturla: El letrado lo definió como un “hombre recto, que cumple con su deber, actúa libremente, con pleno juicio, sin nexo con los políticos y condena a todo el que resulte culpable”.

Los enemigos, por supuesto, no quedaron conformes, pero Caturla seguía impartiendo justicia y haciendo música.

En el titular de un periódico de Palma Soriano podía leerse en diciembre de 1936: “Trataron de matar al juez que castigaba a los boliteros, le hicieron un disparo de escopeta…”. Poco después declaraba el compositor: “Mi actual cargo en la carrera judicial de mi país me esclaviza mucho, no soy dueño de mí y no puedo dejarle para dedicarme por entero al arte, porque de ello vivo y no solamente yo, que sería lo de menos, sino también mis chiquillos”. Once hijos tenía Caturla.

Alejo Carpentier escribía sobre dos grandes de nuestro pentagrama: “Con Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla se inicia una ascensión de la música cubana, liberada de la canción, hacia los géneros mayores de la sinfonía”.

Caturla consideraba que la música afrocubana podía incorporarse al género sinfónico, utilizando para la expresión todos los elementos propios de la orquesta y los suyos peculiares.

La revista Musicalia llamó a Alejandro García Caturla: “Apóstol del arte moderno” y argumentaba: “Tiene lo esencial: talento, inquietud, buen gusto, ambición de novedad”. Su música encontró el equilibrio entre lo cubano y lo universal.