Cantores de la guerra y la patria

Jornada Cultura Cubana

El título recuerda, sin duda alguna, al libro Los Poetas de la Guerra, el cuadernillo que recogió las inspiraciones de un grupo de bardos que les cantaron a los avatares de la guerra de independencia.

De ellos, dijo José Martí: «Su literatura no estaba en lo que escribían, sino en lo que hacían. Rimaban mal a veces, pero sólo pedantes y bribones se lo echarán en cara: porque morían bien».

Algo similar puede suscribirse de quienes cantaron décimas improvisadas en los ardores de la batalla por la libertad, durante los años gloriosos de la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Pero los frutos de esa «comunicación cantada», como la definió la musicóloga María Teresa Linares, se extraviaron y olvidaron con el paso del tiempo; algo que no ocurrió con la creación literaria escrita, la cual recibió los beneficios de su publicación en libelos dispersos como El Mambí, El Cubano Libre, La Estrella Solitaria, y La Estrella de Jagua.

Más fácil resulta seguir la pista a las marchas y los himnos creados antes y durante la también llamada Guerra Grande.

De la etapa previa se habla de un himno escrito para la revolución cubana, tanto su letra como su música, por el patriota Francisco Agüero Velazco ─el primer combatiente muerto por la independencia de Cuba─, titulado ‟Himno Cubano‟, esta marcha debía animar las jornadas guerrilleras de un movimiento insurreccional estructurado por Agüero con la consigna de ‟Independencia o Muerte‟, cuando desembarcó cerca de Santa Cruz del Sur, en 1826.

También se cuenta que cuando Narciso López Agüero y una partida de hombres tomaron la ciudad de Cárdenas, Matanzas, por espacio de 19 horas, tenían consigo un himno escrito por el propio López Agüero, con letra de Plácido Gener.

En agosto de 1867, se gesta en la región oriental del país el estallido de la guerra liberadora. En medio de los preparativos, los patriotas Francisco Vicente Aguilera y Francisco Maceo Osorio le sugieren a Pedro Figueredo que escribiera ‟La Marsellesa de Cuba».

De regreso a su casa Figueredo escribió ‟La Bayamesa‟, en homenaje a su pueblo natal. Esta marcha fue entonada masivamente, por vez primera, el 20 de octubre de 1868 y con el tiempo se transformó en el Himno Nacional cubano.

Menos publicitado que el himno citado en el párrafo precedente fue «¡A Las Villas!”, escrito por el poeta, periodista y comandante mambí, Antonio Hurtado del Valle, en febrero de 1874, por orientaciones expresas del Generalísimo Máximo Gómez, cuando éste decidió la recuperación de Las Villas para ejecutar su plan de invasión a occidente. Desde aquel momento la composición se convirtió en canto de guerra y victoria de los villaclareños.

Algunas fuentes consultadas informan sobre otra marcha o himno, escrito durante estos años y de la autoría de José White Laffite ─el primer gran violinista cubano y latinoamericano─, que él tituló ‟Marcha Cubana», con el propósito de que esta fuera la sucesora de la ‟Marcha Real Española».

Precisamente, otras obras de la autoría de White fueron referentes de patriotismo por la cubanía inherente en ellas. Tal es el caso de «La bella cubana», escrita a mediados del siglo XIX, cuando se consolidaba nuestra nacionalidad

«La bella cubana», de White, se encuentra entre las tres canciones emblemáticas de la cubanía, según datos de la musicóloga Zoila Lapique. 

Este valor añadido a las obras del violinista cubano se puso de manifiesto en su última presentación en Cuba, durante el concierto ofrecido el 22 de abril de 1875, en el mismo Teatro Tacón, de La Habana, en el que ejecutó su ‟Fantasía sobre aires cubanos‟, obra que provocó frases patrióticas enardecidas por parte del público criollo.

Este desorden trajo como consecuencia que las autoridades españolas lo conminaran a salir del país, al considerar que su presencia en Cuba y su actividad artística eran contrarias a los intereses de España.

Existió, además, un tipo de composición musical que llamaremos «ilustrada», para diferenciarla de esta otra a la que hacíamos referencia, compuesta por guajiros iletrados e incluso, por esclavos.

Otro ejemplo de trasmutación político-musical fue ‟La Bayamesa‟, de 1851, compuesta por Francisco Castillo Moreno, José Fornaris y Carlos Manuel de Céspedes. Escrita para una mujer, Luz Vázquez, tenía un sentido amoroso en su esencia, y una factura musical depurada.

Después del estallido revolucionario del 10 de octubre de 1868, la canción acentuó su sello nacional, al crearse sobre la música un texto de carácter revolucionario.

Hasta aquí los ejemplos aludidos constituyen una clara muestra de que la música en Cuba constituye un reflejo de su historia patriótica y su trayectoria guerrera.

En el siguiente video una versión de «La bayamesa», interpretada por Diana Fuentes, David Blanco y Buena Fe: