De la literatura y la música, mis cubanos ilustres

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El 20 de octubre de 1868 en la ciudad de Bayamo, las tropas independentistas bajo el mando de Carlos Manuel de Céspedes liberaron la urbe del dominio colonial. Ante una gran multitud el patriota Pedro Figueredo, Perucho, reveló la letra del himno revolucionario cubano, del que se conocía en público sólo la música.

Para recordar este acontecimiento, el 20 de octubre se conmemora el Día de la Cultura Cubana, esa que tiene su origen, desde fines del siglo XVIII, cuando aparecieron figuras que expresaron en su obra la preocupación por la patria cubana y se definieron como parte de una nueva nacionalidad.

Son muchos los artistas cubanos que destacan por su hacer a lo largo de los años. Sin desdeñar a ninguno, este es un esbozo de algunos que, desde la literatura y la música, a mi juicio son figuras icónicas de lo mejor de nuestra cultura.

El primer gran poeta cubano es José María Heredia. Él se convirtió en cubano, «porque, más que poetizarla, de alguna manera estaba inventando la patria a la que necesitaba pertenecer y, al inventarla, le daba el soplo divino de la vida que se encierra en las palabras».

Tuvo el mérito de ser el primer gran poeta cubano, el primer gran desterrado cubano y el primero de los nacidos en esta Isla que murió en el exilio, sin hallar consuelo para esa nostalgia de la patria que también él inauguró entre nosotros.

Casi siempre que nos aproximamos a la obra martiana solemos abordar algunas de sus aristas y se nos escapa su integralidad, que es, por cierto, una de las mayores singularidades de tan significativa personalidad de nuestra historia y cultura.

No todos los pueblos pueden encontrar en el principal artífice de su independencia y en la figura más destacada de sus luchas revolucionarias, a un hombre que sea la más notable expresión de sus letras y al mismo tiempo lo más renombrado de su identidad nacional. Todo eso fue nuestro José Martí.

El mismo hombre que anduvo los montes insurrectos y fundó y fungió como delegado del Partido Revolucionario Cubano, fue el que le escribió tiernos y profundos consejos a la adolescente María Mantilla para que supiera encauzar su vida como mujer libre e independiente, mantenerse con honradez en el trabajo y escoger con sabiduría al compañero de su vida. Y fue también el autor del Ismaelillo, texto con el que inició para las letras hispanoamericanas, el movimiento de renovación que significó el Modernismo.

Nicolás Guillén inició su producción literaria en el ámbito del posmodernismo y la afianzó en el de las experiencias vanguardistas de la década de 1920 en cuyo contexto se convirtió pronto en el representante más destacado de la poesía negra o afroantillana. Usó todos los recursos característicos de esa poesía con la voluntad de lograr una expresión auténtica para una cultura mulata, la propia de un país mulato como él mismo, y manifestó una preocupación social que se fue acentuando con el paso de los años. Por eso es nuestro Poeta Nacional.

Alejo Carpentier es el escritor por excelencia entre nosotros de lo real maravilloso. Le hizo expresarlo el hecho de que América es un mundo mágico y materia casi virgen para el novelista y artista en general. Nadie como él mereció un esquivo premio Nobel. Ganó, eso sí, el Cervantes y la posteridad.

Al escritor José María Andrés Fernando Lezama Lima se le conoce por su poesía y por su novela Paradiso, obra cumbre y una de las más relevantes en lengua hispana. La crítica considera que en ella confluye toda su trayectoria poética, de carácter barroco y simbólico.

José Lezama Lima escribió para llenar una ausencia. La muerte fue el motor impulsor de su poesía para regalarnos toda su obra que permanece hoy como tesoro imborrable.

Maldito por muchos, nadie puede negar la altura de Virgilio Piñera: poeta, narrador, dramaturgo. A él se deben creaciones como Aire frío, Dos viejos pánicos, La isla en peso, y La carne de René.

Piñera dijo:

Creo que el teatro cubano existe. Nunca como autor me he propuesto si voy a hacer teatro cubano, simplemente escribo mis obras, y de ahí, con otras obras, saldrá teatro cubano. Por él también se puede entender lo que se recoge del eco popular y de la vida nacional. En una palabra, he pretendido reflejar la vida tal como me tocó vivirla.

Tal vez Virgilio Piñera recordaba sus propias palabras: Sólo desde la muerte se puede decir y hacer lo que uno quiere. Virgilio Piñera es una figura clave para entender la cultura cubana en su diversidad y riqueza.

La mujer que hizo Juegos de agua —y de poesía— sigue como presencia permanente en la lírica cubana con sus poemarios: Versos, Poemas sin nombre, Poemas náufragos y otros. Escribió la novela lírica Jardín, el libro de viajes Un verano en Tenerife, y sobresalientes Ensayos literarios y sus memorias Fe de vida. La obra de Dulce María Loynaz, que también mereció el Premio Cervantes, es uno de los grandes tesoros de la cultura cubana.

La trova tradicional cubana encontró en la voz y estilo de Sindo Garay a uno de sus cuatro grandes. El Gran Faraón de Cuba, según lo nombrara el poeta español Federico García Lorca, fue dueño de un peculiar estilo interpretativo. A pesar de su formación musical autodidacta, tenía una intuición extraordinaria. Como cantante realizaba un segundo con características novedosas para su época.

Su desempeño en la guitarra también fue original y lo transmitió a otros trovadores que fueron sus discípulos. Sindo Garay fue, además, un prolífero compositor cuyas creaciones musicales abarcaron los más variados géneros.

Manuel Corona también se inscribe entre los cuatro grandes de nuestra trova tradicional. Sus inicios en la composición musical se remontan a 1908 cuando su canción «Mercedes» lo elevó a la popularidad. Desde entonces estuvo ligado a aquel nombre de mujer y al de muchas otras, porque el bardo nacido en Caibarién se le considera sin discusión el más apasionado juglar de la mujer cubana.

Por él se hicieron famosas algunas de ellas desconocidas hasta entonces, a partir de temas como «Aurora», «Longina» y «Adriana», pero también de «Edelmira», «Alejandra», «Eva moderna», «Isabel», «Santa María» y «Amelia». Si a algún cantor le deben lo impagable las mujeres de nuestra tierra, es a aquel mulato espigado que se llamó Manuel Corona.

El nombre de Rosendo Ruiz Suárez está ligado a las más puras tradiciones de la trova cubana y se le califica con todo mérito entre los grandes del género. Con su estilo, Rosendo Ruiz Suárez marcó la música cubana de su época y sus canciones plenas de lirismo han trascendido en el tiempo.

Alberto Villalón se convirtió en excelente guitarrista y profesor del instrumento. Incluso grabó discos de canto y guitarra interpretando canciones cubanas en 1907. Villalón compuso sus primeras canciones y boleros a los catorce años, para así iniciar una trayectoria de la que nacieron temas de alta calidad musical.

Notable compositor y tresero, Arsenio Rodríguez está considerado un mito de la música cubana y dueño de un amplio legado. El estilo que impuso constituyó una de las tres variantes de los conjuntos de su tiempo. Pero sus aportes a este formato incluyeron, además, un nuevo repertorio, mayor variedad de ritmos y de conceptos armónicos que enriquecieron no solo el son, sino el bolero, la guaracha y otras combinaciones.

Fue un pianista de cualidades innatas sobrenaturales. Para el musicólogo Orlando Martínez las manos de Ernesto Lecuona, eran sencillamente garras de león envueltas en seda. Fue autor de conocidos temas como “Siboney”, “María la O” y “Damisela Encantadora”. Su obra vocal es muy amplia y sus canciones más populares siguen viajando por el mundo en las voces de excelentes intérpretes cubanos y foráneos. Como otros músicos nacidos en la villa habanera de Guanabacoa, Ernesto Lecuona es también una gloria del pentagrama nacional y universal, y para la cultura cubana un músico eterno.

Conocido como Benny Moré o el Bárbaro del Ritmo, fue un cantante y compositor cubano dotado de un innato sentido musical, y con una fluida voz de tenor que coloreaba y fraseaba con gran expresividad.  Fue un maestro en todos los géneros de la música cubana, pero destacó particularmente en el son montuno, el mambo, y el bolero. A cien años de su natalicio Benny es un grande de la cultura cubana y un ídolo para todas las generaciones de cubanos.

Ignacio Villa, el gran Bola de Nieve fue un hombre que se ganó un lugar especial en el alma de su país, de su continente y del mundo. Se adueñó de escenarios y de públicos en los más famosos y en los más recónditos lugares. Fue una síntesis de personalidad, voz y piano y su magia, que le nacía natural desde adentro, lo hizo para siempre inigualable, imprescindible.

Chucho Valdés es otro de los grandes del pentagrama cubano y uno de los mejores pianistas del mundo. Esa remota, persistente y humana necesidad de expresar y comunicar sentimientos, ideas y sueños parece encontrar en la música un medio eficaz. Sin embargo, no todos nacemos con ese privilegio y por ello, quizá, sean tan admirados aquellos que saben tocarnos el corazón con la melodía que brota de sus manos y de su intelecto. El maestro Chucho Valdés es uno de esos afortunados, pues nació con un talento sin límites para interpretar y componer al piano.

Juan Formell no fue solo el más grande exponente de la música popular bailable cubana, también notable trovador que amó a esta tierra con intensidad de gran poeta. Fue un creador incansable y captó en su obra musical la imaginación y el sentimiento popular.

Músico, poeta, revolucionario y trovador, son los términos esenciales que definen a Silvio Rodríguez. Hoy es el protagonista de una impresionante carrera musical que va más allá de su pueblo natal, de la capital y de todo el país para adquirir renombre mundial. Cabeza y corazón de la Nueva Trova, lideró este movimiento que renovó la canción cubana a principios de los años 70 del pasado siglo y se mantiene a la vanguardia.

Dueño de una extensa discografía, Silvio Rodríguez es un artista cubano de trascendencia mundial por su sensibilidad rebelde y poética, pero es también un prolífero compositor que atesora en su catálogo más de un millar de canciones.

Con quehaceres de altos quilates todas estas figuras ilustres han hecho que nuestra cultura sea alma y escudo de la nación.