Sara González: cuando el corazón se hace canción

Sara González

Una mujer está de pie, sobre el escenario y su voz se derrama sobre el público que la escucha. Las personas apenas contienen el asombro y el fervor que les provoca la potente voz que clama, desde lo alto, por nuevos mundos, amores y esperanzas, desnudando la ferocidad y la tristeza. Su nombre es Sara González y todos los que están allí permanecen bajo su embrujo y aplauden hasta el delirio cuando la voz cesa de nombrar las cosas en una nueva génesis.

Nació Sara Rosa González Gómez el 13 de julio de 1951 en Marianao, La Habana, en una familia humilde y trabajadora con un elevado sentido del patriotismo y un genuino amor por la música y el baile cubanos.Esos valores la acompañaron siempre en su exitosa carrera como compositora, cantante y guitarrista, fundadora del Movimiento de la Nueva Trova. Además poseía unas cualidades vocales excepcionales que le granjearon el respeto y la admiración en su Cuba querida y en cuanto escenario del mundo ofreció su arte.

Estudió guitarra, y luego viola en el Conservatorio Amadeo Roldán, esa gran incubadora de talento musical. No obstante, su vocación por el canto era irrefrenable y a inicios de los años 70 comienza a cantar. Importantísimo en su vida resultó el conocer, en su época estudiantil, a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, los padres fundadores del Movimiento de la Nueva Trova junto a Noel Nicola, pues ello la llevó a figurar entre los exponentes principales de esta forma de hacer canción, convirtiéndose de hecho en su voz femenina por excelencia.

También fue alumna del maestro Leo Brower e ingresó en 1972 en el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, en el cual, según sus propias palabras, aprendió a trabajar en colectivo y se solidificaron sus conocimientos de música.

Fue miembro de varios grupos, produjo música para cine y televisión y grabó junto a otras figuras varios discos colectivos. Siempre cantando y componiendo, su nombre se convierte en obligada mención, cosechando premios y reconocimientos. Compartió escenario con varios de los mejores artistas de América y Europa,  acrecentando su gentil leyenda.

La muerte la sorprende el 1 de febrero de 2012, y la fatal noticia de su deceso llena de dolor a todo el pueblo. Sus cenizas, expuestas en el Instituto Cubano de la Música recibieron el homenaje de los familiares, amigos y del pueblo que la amaba sin dobleces. Flores enviadas por diversos jefes de estado, además de los dirigentes cubanos certifican la excepcional dimensión de la artista. Más tarde sus cenizas fueron lanzadas, según su voluntad, en la entrada de la bahía habanera, como abrazando a su ciudad amada.

Fue merecedora del Premio Cubadisco 2002 y de la Orden Félix Varela de primer Grado, la cual le fue impuesta por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.