Ritmo y cubanía en Nicolás Guillén

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Cuando se habla de poesía y musicalidad es obligado referirse ampliamente a Nicolás Guillén. Es nuestro Poeta Nacional y no podía ser otro, pues conjugó como nadie la lírica más precisa para decir sobre temas de esta Isla. Su canto llegó hondo a cada esencia social.

Fue su segundo libro el que lo consagró y lo tituló Songoro cosongo. Este es reflejo de la idiosincrasia criolla en toda su dimensión y pertenece a sus llamados poemas mulatos. En cada una de las quince obras que contiene enfatiza en el carácter mestizo de nuestra cultura.

El autor sintetiza en símbolos, metáforas y vocablos africanos la existencia de una raza marginada y en esos hombres y mujeres centra su poesía. La Isla toda, su exuberante vegetación y sus frutas jugosas, se incluyen en estos textos. En ellos encontramos la gracia y la picardía de los cubanos.

En su libro Songoro cosongo, Nicolás Guillén dirige una mirada a la forma de vida de hombres y mujeres de antecedentes africanos en nuestro país, mostrando que ellos son un componente fundamental de la cultura criolla. Están presentes en todos los ámbitos, influyen y determinan en el modo de pensar y actuar en Cuba.

Los versos de Guillén nos saben a ritmo, movimiento, música y danza de la mayor de las Antillas y es como si escucháramos el tambor y viéramos en escena a nuestros bailarines. La forma de caminar acompasada de la mujer, el andar y gesticular típicos de este pueblo, anidan en el célebre volumen de poesía.

Songoro cosongo fue una pauta para las artes nacionales, pues muchos de sus versos se han usado en diferentes manifestaciones de la cultura. La musicalidad que encierran contagia al lector, mientras su brevedad y lenguaje sencillo invitan a volver a sus páginas una y otra vez.