Richard Egües, ahijado del dios Pan

Richard Egües

Los pasillos de Bacallao, cantante de la Orquesta Aragón, eran pura gracia y espectáculo, pero el mérito no era suyo, la magia de su sandunga  emanaba de la flauta prodigiosa del gran Richard Egües.  

El gran maestro no solo hechizó al simpático mulato, los solos e improvisaciones que ejecutaba seducían a los oyentes de los cinco continentes por el ritmo tan contagioso y la armonía, que incitaban a bailar al compás de aquel sonido que impregnó a la Orquesta Aragón un sello y timbre propios.

Con Richard Egües y Rafael Lay, la agrupación se convirtió en una de las principales orquestas típicas del siglo XX en Cuba. Sus improvisaciones en la flauta se hicieron tan famosas que casi todos los flautistas de orquestas típicas, tanto en Cuba, como en el extranjero, comenzaron a imitarle, sin llegarle ni a los talones al ahijado del dios Pan.

¿Cuál sería el secreto embrujo de Egües con el que hacía mover los pies de todos apenas soplaba su flauta? En mi modesta opinión, creo que fue su tremenda ansiedad por comunicarse con el público y los bailadores. Fue un músico capaz de anteponer a sus necesidades propias de creación, el gusto de sus oyentes.

Utilizaba melodías populares de gran éxito; citaba canciones infantiles, si mal no recuerdo hasta “Mambrú se fue a la guerra”; fragmentos de música clásica; pedazos de sus inspiraciones fáciles de grabar en la memoria de los escuchas y mil ocurrencias muy de su estilo. En ocasiones imitaba a los vocalistas, o hacía la parte del llamativo en el patrón llamativo-respuesta de los montunos y  ornamentaba con su flauta las entradas y salidas de los cantantes, haciendo de su flauta parte inseparable del aspecto vocal de los números.

Sus chachachás alcanzaron la cima del éxito internacional, el más célebre “El bodeguero», sigue siendo tema emblemático de la Aragón, además de la versión tan a su estilo que hiciera el estadounidense Nat King Cole; también el danzón «Gladys», dedicado a su hija, «Bombón chá», «El Cuini tiene bandera», «El paso de Encarnación» y «Sabrosona».

Su pluma versátil escribió sones montunos que obtuvieron un alto nivel de popularidad y difusión en el mundo; también boleros, guarachas, canciones, baladas, guajiras y otros géneros de la música popular cubana, que han sido versionados por disímiles cantantes de todos los tiempos, y que encumbran sus partituras.

El paso de los años no eclipsó su inspiración y ya anciano estuvo incursionando exitosamente en el campo de la música clásica. Era muy solicitado para grabar temas de la música popular bailable cubana, en varias ocasiones en compañía de Chucho Valdés y otras estrellas.  Su melodía volvió  a brillar una vez más durante el boom del Buena Vista Social Club, cuando ejecutó una genial improvisación de flauta en la grabación de “Tres lindas cubanas”.

El 1 de septiembre del 2006, a los 82 años, Richard Egües partió a la inmortalidad. Su padrino, el dios Pan, descendió a La Habana, para llevar al Olimpo a su mejor discípulo, el único capaz de complacer el oído exigente de los dioses.