Cada 30 de Julio la Revolución aviva los sentidos. El canto de sus mejores hijos se volvió humo y metralla cuando vieron a la patria en peligro. No hay momento para el dolor mientras se enciende en cada cuerpo la antorcha de la esperanza.
Frank país en su juventud de 22 años, no terminó su carrera de arquitecto y suspendió su oficio de maestro, entregó su lealtad, su vida en flor.
No le conozco poemas ni canciones, pero escribió una gran obra: la de un héroe de pueblo amado y seguido por todos o casi todos. Su obra, con el mejor de los títulos, revolución cubana, está repleta de nobleza, de batallas por el amor, de lirismo y épica.
Nombres como los de Frank y Josué País, Raúl Pujols, Abel Santamaría, y Raúl Gómez García, son huellas indelebles en las páginas gloriosas de una nación que atesora miles de similares ejemplos.
Cada 30 de julio el dolor se vuelve canto a la vida, escultura en forma de niño con cuadernos y escuela, de madre orgullosa de su familia feliz, de hombres armados con fusiles de vergüenza para que la epopeya siga el camino de la justicia.
La Revolución legendaria, preñada de hijos inmortales, trasciende erguida de la mano de nuevos cantores y poetas de la más conmovedora historia.
