Noel Nicola: “el que supo cantar con optimismo”

Noel Nicola

Por: J. Ángel Téllez Villalón

Todos nacemos para hacer historia, solo que algunos consiguen fertilizar con sus obras el relato central de la historia nacional y/o mundial.  Sobre todo, por permear con sus creaciones muchas historias de vida. Porque son parte de los recuerdos, de cientos de enamoramientos y miles de desencantos, porque describieron, sintetizaron, legaron, lo que muchos otros sintieron y no supieron expresar en metáforas, lo que muchos vivieron y no retuvieron en imágenes, esenciales y bellas. Como bien hizo Noel Nicola, y no por obra de la suerte, no.

Porque la suerte es la mala suerte de la causalidad. Una causa y un efecto divorciados por inoportuna percepción, un impulso extraviado a la luz del que observa, un hecho aparentemente inconexo con el motivo; sea porque no se pueda o porque no se quiera ver. Proviene del latin sors, sortis, que originalmente hacía referencia a la división de una tierra; acto que provocaba la expectativa: ¿será o no productiva la parte que me tocó? Así nació, como justificación de los colonizadores que no hacen parir a la tierra. Al contrario de los cultivadores, los que al azar no le dejan ni un surco.

En más de una ocasión ha rememorado Silvio que Noel “en un instante de inspiración chaplinesca”, se autodenominó “trovador sin suerte”. Pero como también ha repetido, “ante la altura de su obra cualquiera hubiera descubierto que, en tal afirmación, estaba felizmente equivocado”. En la misma canción, “Trovador sin suerte”, el trovador santaclareño dejó muy claro su sentido irónico y aleccionador: “Pero me queda corazón/ —aun así, me queda corazón—/ a pesar de mi mala suerte. / Y esa es una buena razón/ —una magnífica razón—/ para estar vivo simplemente. / Para sentir, para soñar/ y amar”.

Noel Jorge Nicola Reyes no hizo su historia, la sucesión que rememoramos de vez en vez, tan solo por nacer, el 7 de octubre de 1946, en una familia de músicos, sino por “vivir para ver vivir”.

Ciertamente, “resultó el hijo único de una familia de músicos notables” –como describe su “hermano” Silvio Rodríguez. “Su padre fue Isaac Nicola, paradigma del magisterio guitarrístico cubano. Su amorosa madre fue la destacada violinista Eva Reyes, un día concertino de la Orquesta Filarmónica. Su tía, Cuqui Nicola, insigne profesora de guitarra”. Su abuela Clara Romero de Nicola fue una destacada guitarrista y una “innovadora y desprejuiciada” pedagoga, para quien no existían diferencias entre la guitarra popular y la clásica.  Su tío Abel Jorge fue pedagogo e investigador.  

Pero, ¿acaso no hay hijos de músicos que jamás compusieron una canción, o que las que crearon ya nadie las recuerda? Noel pudo haber sido un guitarrista concertista, reproductor andante de creaciones europeas o un maestro de guitarra, fertilizador de muchos. O hacer historia, modesta o trascendente, como investigador musical, pruebas dio de su pasión antropológica. De 1967 a 1969, trabajó como auxiliar de investigación en el Instituto de Etnología y Folklore de la Academia de Ciencias de Cuba dirigido por el musicólogo y compositor Argeliers León, del cual fue discípulo.

Su visión del mundo y de la música en particular fue en cierto grado resultante de una hogareña mescolanza de impulsos e inspiraciones, de conocimientos y afectos, que lo hicieron componer sus primeras canciones a la temprana edad de 13 años. Más su personal significación de esa cotidianidad filiar y de otras circunstancias y accidentes, con entradas y salidas sociales, coyunturales o efímeras unas y más asentadas las otras, como conocer a Daniel Viglietti, o crecer en la etapa más vertiginosa de la Revolución cubana.

No siempre aconteció lo más probable. Fue un gran guitarrista, “siempre tuvo uno de los sonidos más depurados. Usaba uñas y yemas a la vez; coloreaba, combinando diversos sonidos, llenando sus canciones de contrastes. Más tarde tuvimos la suerte de estar cerca de Leo Brouwer, uno de los compositores que más aportes ha hecho a las posibilidades tímbricas de la guitarra, quien hacía gestos aprobatorios escuchando tocar a Noel” –afirma Silvio. Pero lejos de lo esperado, no fue alumno de su padre, “un brillante profesor del instrumento”.  Noel se lo explicó, años después, al incrédulo Silvio: “el viejo Nicola tenía una larga reglita que descargaba velozmente sobre las manos mal colocadas. Y me contó que, viendo aquello, un día se dijo: “Que le den a otro esa lección”.

Estudió flautín con Douane Voth y solfeo con Martín Quiñones, eso entre 1954 y 1956.  Luego, como parte del taller que constituyó el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, entre 1969 y 1971, fue discípulo de Leo Brouwer, Juan Elósegui, Federico Smith y Sergio Vitier.

Entre sus distinciones como trovador, estaba la de ser un gran compositor y a la vez un impecable intérprete, con su guitarra y con su voz. Sobre sus cualidades como cantante ha dicho el autor de Ojalá: “podía cantar tan fuerte y sostenido que siempre le pedíamos que diera las notas altas de los coros, como fue el caso del agudo, en la muy sonada Cuba Va. Y siempre fue, como lo demuestran las grabaciones de aquellos años, uno de los más afinados y certeros intérpretes de nuestro grupo”.

No fue por suerte, o por conocer a Silvio, que participó en aquel concierto en la Casa de las Américas del 18 de febrero de 1968, junto a Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, primero del movimiento de la Nueva Trova. Fue por su obra, su música y su alma. Por la misma causa que “el tranquilo de la Nueva Trova”, como lo apodaban, fue su primer Coordinador Nacional, por cinco años. Luis Eduardo Aute así resumió al Movimiento, los “cuatro elementos fundamentan a la Nueva Trova Cubana: “el fuego en la ardiente rabia de Silvio Rodríguez; el aire en las transparentes atmósferas de Noel Nicola; el agua en la apasionante humedad de Pablo Milanés, y la tierra, en la firmeza tiernamente humana de Vicente Feliú”.

“El arte sale del hombre entero y se dirige al hombre entero”, repetía Oldrich Belic. Y así fue la obra de este juglar, ornada de lirismo y militancia política. Entre sus   400 composiciones hay canciones, boleros, sones, guajiras y hasta conga y vals. Para filosofar y cuestionarse, cantarle al amor y al desamor, a la niñez y a la vejez, a la vida y la muerte… Y también, para con sátira mordaz, dispararle al burocratismo, a la hipocresía, a la cursilería y a los convencionalismos sociales: “Hoy por la mañana, a primera hora, estuve alternando con un ser-gaveta. Para él las personas se miden por metros. Para él “buenos” o “malos” y “vivos” o “muertos”. Para él no hay consigna si no es su consigna… Para él no hay consigna si no es su consigna gris”.

Y por el “hombre todo”, como su abuela, se aproximó a la música popular, folclórica, cubana y latinoamericana, y más que eso la enriqueció. Cuentan que fue de la mano de su tía Clarita, que desde muy joven visitó centros nocturnos de la Habana, donde entonaban sus sentimientos los maestros del filin.

El padre de la cineasta cubana Carolina Nicola y de la directora coral Nadia Nicola también se autodefinió como “un tipo con vocación de abuelo frustrado que tuvo la suerte de que la música y la canción le llenaran un buen por ciento de la vida”.

Para fortuna de nuestra cultura tuvimos, tenemos, un cultivador como Noel Niocola. Que no fue famoso, no, pero ¿cuántos añorarían ser coautor de la banda sonora de una época, como pasa con Cuba Va, compuesta junto a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés? ¿Cuántos autores han tenido la dicha de que sus creaciones las interpreten figuras de la talla de Elena Burke, Miriam Ramos, Sonia Silvestre, Xiomara Laugart, Guadalupe Pineda, Daniel Viglietti, Joan Manuel Serrat o Issac Delgado?

No todos tienen la dicha de que uno de sus temas se mencione entre las mejores canciones de todos los tiempos, junto a Ojalá y Yolanda, o en las play list favoritas de tantos y tantos cubanos y latinoamericanos, como pasa con, Es más, te perdono. Pero clasificaría, creemos, también con Para una imaginaria María del Carmen, Son oscuro o Por la vida juntos. Varias composiciones suyas se rememoran, junto a los personajes y las escenas, de series televisivas tan populares como Los papaloteros, El eco de las piedras y Pasión y prejuicio

Porque más que trovador Noel fue un poeta. Por ello, resultó tan natural su musicalización de poemas de José Martí y César Vallejo. Algunas de sus composiciones son lo que en literatura se conoce como “arte poética”.  “Quiero hacer mi canción, / no es tanto mi canción: / llenar lo blanco del papel/ y quiero hacerla así/  —quizás un poco gris—, /  pero sin engañifas ni oropel, / y luego vivir para ver vivir, / para ver vivir”, versa en su canción Vivir para ver vivir.

“El que supo cantar con optimismo al duro día que empezaba” falleció a los 58 años de edad, el domingo 7 de agosto del 2005. Para su despedida en el Cementerio de Colón, se unieron Vicente Feliú, Augusto Blanca, Gerardo Alfonso, Santiago Feliú, Jorge García y Silvio Rodríguez quien entre otras frases sobre este “hombre armado de pétalos pintados como dientes”, expresó: “Él nos deja por un instante tan justo que no intentamos una radiografía de ciertos o de inciertos años, sino un simulacro de despedida. Él se nos va solo lo mínimo como para reconocer que es un fundamental desconocido, una rica sustancia por revelar, que una vez se autonombró trovador sin suerte”.

 Un día como hoy vale preguntarnos, como homenaje consecuente a este revolucionador artista: ¿Dejaremos a los patrones impuestos por las industrias culturales hegemónicas invisibilizar los trillos que llevarías a nuestros jóvenes hasta el bosque musical de Noel Nicola? ¿Que con los trovadores sin la “suerte” del respaldo, se extinga el lirismo y la sorpresa de nuestro paisaje sonoro? ¿Cuáles serán los cánones o los criterios para la valoración estética de la música? ¿Acaso el número de reproducciones en Youtube o el “calibre” de quienes te invitan a un featuring? ¿A qué poderes a y qué suerte dejaremos nuestra sensibilidad y la de los cantores por venir? ¿A cuál Colón, Ry Cooder o Marc Anthony, si tenemos a Silvio, a Pablo y a Noel?

Las respuestas urgen cultivarse en actos: “pelearnos contra la parte de injusticia que toda mala suerte trae consigo” (Silvio dixit).  

Fuente: Cubarte