El hechizo perenne de nuestra Rosa

rosita fornes

¡Luces, cámara, acción! Comienza un extenso espectáculo. Es 11 de febrero de 1923 y acaba de nacer una artista única e irrepetible.

Su nombre es símbolo de virtuosismo, elegancia, compromiso y gratitud. Decir Rosita Fornés es atravesar diversos escenarios de esta Isla y del resto del mundo, de la mano de una verdadera diosa.

El magnetismo personal de tan exquisita mujer la hizo muy atractiva, a la vez que admirada, querida y respetada por cuantos la conocían.

La historia del arte en nuestro país atesora múltiples personalidades, entre las cuales siempre tendrá un lugar prominente La Rosa de Cuba.

Su condición de primerísima vedette la obtuvo luego de demostrar sobrado talento y carisma para cantar, bailar y actuar en la radio, el cine, el teatro y la televisión. Y no solo fue reconocida aquí, otras naciones se disputaron su presencia y la convirtieron en ídolo de multitudes. México la adoró y luego todo el continente americano.

Cada etapa de su fecunda existencia fue rica en presentaciones, programas y obras, en los cuales reverenció al público con lo mejor de su arte.

Coherente y simpática, agradable e inteligente hasta el último aliento, nada perturbó su profesionalidad, su singular sentido del humor para enfrentar los obstáculos ni su respeto y cariño para tratar a quienes se le acercaban. Su sonrisa hermosa y radiante fue el arma que empuñó por casi 98 años.

Cuando hubo que decirle ¡hasta siempre! no fueron pocas las barreras vencidas para traerla al suelo patrio, respetando los protocolos sanitarios de la Covid19. Su pueblo la esperaba con el frenesí que merecen las estrellas. Bella, cual jardín florecido, La Rosa de Cuba nos hechiza eternamente con su fragancia inagotable, su dulzura inalterable, su pasión por

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