Un atlas con sonido

instrumentos musicales

Por: Guille Vilar

Los musicólogos son aquellas personas capacitadas académicamente para ejercer la crítica musical en los medios de información, y se dedican a hacer complejos estudios sobre determinados temas referidos a la música. A veces hacen mucho más.

Se están cumpliendo 25 años de una profunda investigación musicológica que sobresale por su trascendental relevancia. Se trata del Atlas de los instrumentos de la música folclórico-popular de Cuba, obra colectiva regida por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana, durante toda la década del 80, que contó con el imprescindible apoyo de la Empresa Geocuba Cartografía, entre otras ramas especializadas del saber.

Si ya de por sí, el nombre de este trabajo, recogido en dos libros de textos y un folleto de mapas, llama poderosamente nuestra atención, el orgullo patrio no tarda en aparecer cuando nos percatamos del alcance de semejante propuesta.

Nada más que de apreciar la diversidad expuesta en un centenar de mapas de nuestro país, con los señalamientos de los lugares en específico en los que se manifiesta determinada expresión musical o se singulariza la presencia de tal instrumento, es como si nos ordenaran en tiempo y espacio aquellos saberes que ya formaban parte de nuestra identidad, pero que hasta ahora no lo habíamos asumido conscientemente.

 ¿Qué cubano no conoce de la existencia de la corneta china o del órgano oriental? Estos instrumentos los encontramos aquí ubicados en sus respectivos mapas, del mismo modo que en otros aparecen localizadas las regiones del país donde se utiliza la hoja del machete raspada por un cuchillo como un original instrumento musical.

A la vez, tenemos la posibilidad de acceder a la detallada representación cartográfica de manifestaciones musicales, distribuidas por provincias, como los guateques, las canturías, los conjuntos de tonadas trinitarias y hasta la referencia visual de los conjuntos que acogen las diferentes modalidades del son y de la rumba en el territorio nacional.

Obviamente, detrás de este audaz y riguroso desempeño profesional, se requirió no solo de la participación de musicólogos y cartógrafos, sino también la de ingenieros de sonido, fotógrafos, antropólogos, lingüistas y hasta de arqueólogos que, como parte de este colectivo integrador, visitaron los 169 municipios del país, para recabar la información útil, incluso desde la perspectiva del componente humano en quienes comparten su vida con alguno de los 80 instrumentos avalados.

Si bien para el punto de partida de este estudio se tuvieron en cuenta los cinco volúmenes sobre instrumentos de la música afrocubana que publicara Fernando Ortiz en la década del 50, corresponde a Argeliers León y a María Teresa Linares el mérito de haber motivado, con sus enseñanzas, a aquel grupo de entonces jóvenes emprendedores que, desde la ciencia de la música, nos han hecho sentir la emoción que como cubanos manifestamos por la magnitud de este atlas en su relevante significado para la organología cubana.

Fuente: Granma