Cuando el amor lleva las riendas

Cuba-Famila

«Tengo otros deberes que no son menos sagrados…Mis deberes para conmigo misma». La lapidaria frase y un portazo no dejan de causar polémicas a más de un siglo de que así la célebre Nora diera fin a la obra teatral Casa de muñecas.

El noruego Henrik Ibsen sabía las ronchas que levantaría su propuesta para la moral victoriana. No obstante el avance de la tecnología y el conocimiento, aún es preciso hacer acuerdos y pactos de justicia para eliminar viejos dogmas en la fría nación europea y en esta isla caribeña.

Ese deseo irrefrenable de poseer, de creer que el poder pesa más que el amor, sigue necesitando riendas que convenciones internacionales aplauden y suscriben, aunque no se cumplan al pie de la letra.

De ahí que nuevos códigos sean la señal de caminos modernos. Nora en Casa de Muñecas es un símbolo de valentía ante la imposición de lo caduco. Como especie nos repetimos una y otra vez en tiempos de crisis, de bonanzas, de luchas cotidianas.

Y en Cuba institucionalizamos el amor de mil maneras para que no haya más portazos de mujeres maltratadas, hijos amenazados por sus padres, ancianos olvidados en un oscuro rincón, personas discriminadas por ser vulnerables socialmente.

El Código de las Familias no es una camisa de fuerza. Es un libro abierto para que todos leamos y aprendamos porque nos necesitamos.

No somos un país de personas violentas. Nuestra nobleza nos condiciona como rebeldes y solo entendemos cuando se protegen los afectos. No somos sobreprotectores, pero sí nos cuesta separarnos de lo que hemos creado y consolidado.

La sociedad siempre cambiante requiere refrendar ese amor. Somos una familia que nos importa desde el cantío del gallo en el lomerío hasta la luz de la cúpula del capitolio, tanto el pescador con su ensarte en la mañana, como el intensivista que salva una vida.

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