Ante una gran fecha: Siempre en 26

Guillén y Fidel

Por: Nicolás Guillén.

El siglo XIX, cuyo nacimiento es también el de la nación cubana, asistió al auge esplendoroso de las artes y las letras de nuestra Patria. El primer tercio de la centuria se inicia con figuras como «los dos Manueles», Rubalcava y Zequeira, de modo principal este último, en cuya obra da sus primeros vagidos una lírica de acentos nacionales. Con ellos, Romay, médico; Arango y Parreño, economista; y un sabio expositor de filosofía, el padre José Agustín Caballero.

Son también estos los años en que nacen y viven los tres primeros grandes nombres que nos da la poesía en Cuba: Heredia, Gertrudis Gómez y Plácido. Un espíritu nutrido y vigilante, Domingo del Monte, a quien tanto debió la cultura de su clase y de su tiempo, inaugura y sostiene sus famosas tertulias, versión habanera de los salones literarios tan en boga a la sazón en París. Brillan inteligencias como Saco, Luz Caballero, Bachiller y Morales, Luaces, Milanés y Varela, quien previó y anheló, ya en aquella fecha, la independencia de Cuba.

Sube el siglo y apenas iniciada su segunda mitad, se produce un acontecimiento que va a tener una inmensa significación en la cultura americana: nace José Martí. Martí no es como lo fue Del Monte, un hombre instalado en la gran burguesía criolla. Pertenece a la clase media; es pobre, será pobre toda su vida, y de su influencia y ministerio surgirá la noción de Patria en su más vigorosa concepción política y económica, no como un hecho estático, sino como un acontecer dinámico ya en función liberadora. Durante ese dilatado período, fue sedimentándose en Cuba una cultura literaria y científica que recogió las más variadas expresiones del pensamiento contemporáneo, en un siglo que ha dejado una huella característica en la historia de la humanidad. El siglo XIX fue, pues, así, el siglo de oro de la burguesía ilustrada en Cuba.

Ahora bien, los poetas revolucionarios han cantado muchas los ideales de justicia social e igualdad humana. Solo que, muchas veces también, la realización del canto ha llegado cuando el poeta se ha ido. Martí no pudo ver lo que su poesía anunció. Ya estaba muerto al salir España de nuestra Isla, aunque podríamos preguntarnos si lo que vino luego, la ocupación yanqui y la penetración imperialista, lo hubieran visto con tranquilidad sus ojos.

De Heredia, no el de «Los Trofeos», sino el del «Niágara», hay que decir lo mismo. Heredia murió veintinueve años antes de que el Padre de la Patria (Carlos Manuel de Céspedes) se levantara en La Demajagua. Sus versos insuflaron aliento épico a la burguesía liberal del 68. Agramonte y Céspedes se contaban entre los férvidos admiradores del poeta santiaguero, mas éste era un puñado de huesos descarnados cuando sonaron los primeros tiros de la Guerra Grande.

¿Cuántos poetas cubanos no han levantado su voz en este siglo contra una sociedad mal hecha, que daba lo menos a los más y lo más a los menos? No citemos nombres, que son muchos, pero digamos que no pocos de esos poetas han tenido una fortuna que faltó a sus dos grandes congéneres del siglo XIX: la de tocar y ver su poesía. Ello por la heroica gestión de quien, además de ser un revolucionario es también un soñador activo, un Anteo que no se despega de su pueblo.

Pues poesía no solo es aquella que se encierra en el verso o en la prosa, la que puede vibrar en el lenguaje, sino asimismo la que se precipita a la acción. Es posible que Fidel Castro no haya escrito nunca un poema, de acuerdo con la preceptiva clásica, pero nadie osaría negar la grandeza épica y la ternura lírica de toda su obra revolucionaria, que es una vasta epopeya, como ningún poeta ha escrito jamás en Cuba hasta hoy.

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En Cuba tenemos grandes poemas que son testigos inexorables del progreso humano: la Reforma Agraria, que dio la tierra a quienes la trabajan; la Reforma Urbana, que dio casa al que la vivía; la Alfabetización, que acabó con el analfabetismo. Esto es también poético. El yantar a tiempo, el no tener por techo las estrellas, el vivir como personas, el gozar de independencia y libertad, han sido entre nosotros y lo son todavía en otras partes, tema de una poesía desgarradora y esperanzada. Pero en Cuba esa poesía desborda el poema, supera el lenguaje, concreta la ilusión, está al alcance de nuestra mano: es, en fin, una tranquila y severa realidad revolucionaria.

Victor Jara, “A Cuba”:

Nota Editorial:

Nicolás Guillén (Camagüey, 1902-La Habana, 1989). Poeta, periodista y político cubano, considerado por su obra como Poeta Nacional de Cuba. Este artículo de Guillén fue publicado en el periódico Granma, el 17 de julio de 1983 y compilado en el volumen Buenos días Fidel, que vio la luz por Ediciones Sensemayá, en 2016.