José María Vitier y las músicas que encontraron sus historias

Por: Xiomara Pedroso Gómez

«Hay historias que esperan por su música y también hay músicas que esperan su hora y su oportunidad. Mientras aparecen o no, la música sigue contando una historia que es simple y está como a la espera sonora de algún filme… y ¿por qué no?: siempre puede aparecer». Fueron palabras de José María Vitier el 30 de marzo de 2024 en La Habana ante la audiencia que en el Cine Yara se congregó en ocasión del concierto que presentaría parte de sus creaciones para el cine cubano. Reaparecieron músicas e historias que se esperaron y se encontraron a lo largo de los 65 años de existencia que celebra este año el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos.

El concierto presentó simultáneamente proyecciones audiovisuales, a las que la música de José María Vitier contribuyó a dotar de sentido, ala y color. Escenas de El Siglo de la Luces, Fresa y Chocolate, El Mayor, Un señor muy viejo con unas alas enormes, así como selecciones de rostros de mujeres inolvidables en el cine cubano estuvieron entre las evocaciones visuales que recobraron vida y conmocionaron  a los asistentes junto a la gran protagonista de la noche: la música.

José María Vitier se ratifica entre los compositores imprescindibles para el cine cubano que, junto a grandes como Leo Brouwer, Edesio Alejandro, el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, Juan Blanco, Carlos Fariñas, Harold Gramatges, Roberto Valera, Sergio Vitier, entre tantos otros, han confirmado a la música para cine hecha en Cuba como un arte mayor. La creación vitieriana sintetiza la densidad cultural cubana en un espectro que de forma igualmente magistral abarca y fusiona desde las expresiones más raigales de la música popular hasta la música de concierto. Nada le es ajeno para mostrar su genio: cancionística, rumba, danzón, jazz, música sacra y un sinfín de géneros, formatos instrumentales y estilos. José María Vitier epitomiza con su obra aquel ajiaco por el que Fernando Ortiz definiera la fisonomía cultural de Cuba. Es José María Vitier un músico total, profundamente culto, en el que toda la savia personal y familiar de la que es agradecido deudor, converge para devolver a la historia y a los testigos de su tiempo y de los que vendrán, obras de valor excepcional con un estilo propio, eficaz y trascendente en su imbricación con el séptimo arte.

Junto a José María, palmas para los intérpretes de lujo que hicieron de la noche uno de los conciertos más extraordinarios de los que guarde memoria: la orquesta de Cámara de La Habana, bajo la dirección de Dayana García, la soprano Bárbara Llanes y la flautista Niurka González, con una puesta en escena del más alto rigor estético y artístico. La orquesta frente a la pantalla, la música en vivo con el refuerzo visual de las imágenes desdibujó el límite de lo onírico y lo real. La ejecución de todos fue impecable, en lo que constituyó un ejemplo de maestría y dominio interpretativos en los planos técnico y expresivo. Regresamos todos a las tramas, las historias, sensaciones y recuerdos que nos entregaron en su día cada uno de los grandes filmes evocados.

Tanto fue el deleite que dejaron obras como el “Tema de Carlos I y II”, “Danza de fin de siglo”, Preludio de Sofía”, “Ave María por Cuba”, que ante una lluvia de aplausos fue necesario el regreso al escenario para un encore de despedida. Con el “Tema del Mar” llegamos al fin y volvimos a insertarnos en la cotidiana realidad, pero ya sin ser los mismos. Con el espíritu y la sensibilidad expandidas, crecimos. Fuimos humanamente más ricos, más plenos y más libres. Ese es el poder del arte y la cultura. Dolor y pena dio ver tantas butacas vacías.

Mientras escuchaba, agradecía en silencio a todos los que hicieron posible aquel encuentro. Gracias al ICAIC, a los cineastas, a los músicos, artistas todos, por permanecer, por acompañar en la búsqueda incesante y agotadora de los sueños al pueblo cubano del que son parte, razón y luz.

Lugar: esquina de 23 y L. Del lado de Coppelia, casi ignorados por los transeúntes, unos vendedores ambulantes. Por la acera del Yara, varias personas caminaban a algún destino. En la parada de ómnibus, la espera angustiosa por volver o llegar a algún lugar. Otros desandaban sin rumbo, buscando algo inexacto para dar sentido a un sábado más. Algunos curiosos se acercaban a los umbrales del cine Yara, que por alguna razón desconocida acordonaba sus columnas. Preguntaban qué pasaría. Una señora informaba del concierto de José María Vitier y la música para cine. Casi sin pausa extendía la mano para regalar la entrada al evento…Unos declinaban. Otros aceptaban escépticos o emocionados. Llegaban los que tenían la certeza del encuentro.  Entonces, todos adentro para ser testigos de la magia. Así son los detalles de un país-misterio. Otro ejemplo de la “pobreza irradiante” de Lezama.

Fuente: Cubadebate