Orestes Macías: El guapachoso de Bejucal

Orestes Macias

El cantante Orestes Macías Cortina (9 de noviembre de 1934-25 de marzo de 2020), era llamado El guapachoso de Bejucal, y fue uno de los últimos sobrevivientes del bolero de la vieja guardia, pues falleció en el 2020, en un momento en que la pandemia del siglo invadía todo el mundo.

Por ese motivo, quizá se olvidó hacerle un homenaje de recuento a tan valioso cantante. En una entrevista que le había hecho tiempo atrás en su casita al fondo de la emisora Radio Progreso, Orestes me contó cosas poco conocidas de su vida.

En la capital pasé por diversos oficios, entre ellos, enfermero de piantaos. Desde el 4 de febrero de 1950 comienzo a cantar con las agrupaciones Vas-Cané, Arcaño y sus Maravillas, Los Hermanos Castro, hasta que llego a Rumbavana en 1959, tres años después de creado el conjunto dirigido por el tumbador José Ferro. Me mantuve en Rumbavana hasta 1994, cuando la salsa estaba dominando todo en La Habana.

En Rumbavana Macías no solamente cantaba boleros, disfrutaba sus guarachas y rumbas. Aunque para decir la verdad, su especialidad era el bolero. El gran éxito de Orestes fue la canción “Vanidad”, de Armando Malbrán:

La historia te la cuento de esta manera: la grabación pasó por muchos avatares. Resulta que se la escuché en La Habana a la cantante mexicana Carmela Rey y le pedí la canción. En ese momento yo estaba trabajando con la orquesta de Los Hermanos Castro y al director Manolo Castro no le interesó que yo cantara esa composición; consideraba que ya era una canción gastada. Pero yo estaba convencido que podía hacer algo distinto con ese bolerón. Precisamente la falta de apoyo de Manolo Castro motivó mi salida de la orquesta. Entonces me integré al conjunto Rumbavana, entre 1959-60; la grabación de la pieza “Vanidad”, se hizo con la disquera Gema, de Ernesto Duarte y Guillermo Álvarez Guedes. El disco fue un exitazo, mi gran éxito de la vida, la canción que me identifica. Manolo Castro se quedó en el fracaso.

Pero no piense que esa canción fue la única que se difundió de Orestes Macías, se acuerdan de: “La boda negra”, de la autoría del sacerdote venezolano Carlos Borges; “San Juan de Ulúa”, y “Ojos y labios”, de Carlos Gómez; “Tuve un amor”, de Joaquín Mendive, y “Sobre una tumba una rumba”, de Ignacio Piñeiro.

El gran momento de Rumbavana —considera Macías— fue en la década de 1970:

No parábamos de tocar en Cuba y en el exterior. Todo el mundo sacaba los pañuelos y a moverse, como ahora levantan las manos los timberos. Fue un gran momento de los conjuntos, hasta que llegó el Son 14 con Adalberto Álvarez y el cantante Tiburón Morales, con esa cosa oriental montunera. Entre mi estancia en Rumbavana y mi vida de solista viajé por más de cien países. Me fue muy bien con Joseíto González, una bella persona y buen músico, reconocido por todos.

En 1995 realizó una exitosa gira por Colombia con el Conjunto Caney, de Benitico Llanes, del pueblo de La Salud. Mientras tanto, sus apariciones y permanente aliento a los Festivales del Bolero, dimensionaban su significado en la tradición y en un género musical que conquistó el mundo.

Hacia el final de su vida Orestes Macías seguía bolereando en los salones de Dos Gardenias, El Gato Tuerto, y Las noches de Boleros de Oro, en la Uneac. En la última visita a su casa me contó que no conservaba los discos de la vieja guardia que tanto lo hicieron triunfar. Sus últimos años los compartió con sus colegas de los Tradicionales de los 50, un «todos estrellas» donde le siguió dando glorias a la música cubana.