«Lo oculto y desconocido» (I parte)

Por: Joaquín Betancourt Jackman

En este primer capítulo, dedicado a figuras descollantes de la música cubana, olvidados o mal recordados, permítanme sin orden alguno, comenzar por éste.

En materia de grandes músicos cubanos sobresale uno que al conocerlo y permitirme el ʺlujasoʺ de verlo trabajar de cerca en su casa, de apostar por mí siendo un principiante, de convertirse, en uno de mis ídolos y ser una de mis inspiraciones como músico.

El maestro Rafael Somavilla Morejón fue, desde que descubrí su existencia a mediados de los años 60 del pasado siglo, un muy laborioso músico, acompañado de una capacidad envidiable y paralelamente ser un gran pianista, director musical, orquestador, compositor y ser humano.

Hijo y alumno de Rafael Somavilla Pedroso, maestro matancero y formador de célebres músicos de la provincia de Matanzas. 

Rafael Somavilla pertenece a la legión de esos grandes maestros, orquestadores y directores de orquestas de una formación muy diferente a las que les sucedieron, músico de una solidez en toda su obra y un desempeño de altos quilates, un “todo terreno “, al igual que otros de su época, como los casos de Adolfo Guzmán, Tony Taño, Eddy Gaytán, Juanito Márquez, Bebo Valdés, German Piferrer, Roberto Sánchez Ferrer, Félix Guerrero, Armando y Mario Romeu, Ernesto Duarte y Fernando Mulens.

Cualquier omisión de alguna otra figura de esta época es totalmente involuntaria por lo cual anticipo mis disculpas.

El maestro Somavilla, al igual que todos estos ilustres músicos que acabo de mencionar, no le tocó vivir esta época de los software para la creación de la música y de comodidad para escritura musical, ellos ya de por sí eran “software” naturales, el piano estaba incorporado a su cerebro.

Los que conocimos al maestro Somavilla sabemos que era un hombre siempre dispuesto a escribir la música en cualquier circunstancia y que con una rapidez y seguridad intrépida podía asumir varias orquestaciones para diversos cantantes en el día, era un genio, siempre complaciente.

Los que lo conocimos sabemos de sus hazañas en el primer Festival de Varadero, donde se echó a cuesta un por ciento importante de arreglos orquestales para diversos intérpretes foráneos.

De Somavilla no se habla con frecuencia, de que en la creación de la Orquesta de Música Moderna en los años 60 del pasado siglo tiene su gran mérito. Y fue junto al maestro Armando Romeu un entusiasta promotor de la misma, por admiración y respeto que sentía por esa constelación de músicos estrellas que poseía la misma.

Somavilla fue un músico vanguardista de su tiempo, asimiló las técnicas y tendencias de composición modernas, como la técnica del «serialismo» y el «free jazz», que se puede encontrar en su obra titulada “Requiem”, creada especialmente para la Orquesta de Música Moderna.

Dejó huellas imborrables en la calidad de los arreglos realizados para la inmensa mayoría de los cantantes más populares de Cuba en aquellos tiempos, formó a muchos de ellos y no se escucha de ellos casi ninguna mención a su nombre e impronta.

Fue, para mí, Somavilla el ídolo, el impulsor de mi carrera, el que creyó en mí a toda costa, mi tutor musical, mi padre musical.

He tratado de seguir sus pasos a través de mi vida profesional y me honra el haberme recibido en su casa y pedirme asombrosamente ideas para un arreglo, no se me olvida nunca el hecho de que aun siendo un estudiante me incluyó en un grupo de creación experimental en la EGREM junto al maestro Nilo Rodríguez y que gracias a él tuve mi primer encuentro con el mundo de la grabación.

Rafael Somavilla Morejón, es uno de los íconos de nuestra música que su nombre e historia merece por moral, ser de conocimiento por todas las generaciones de músicos cubanos y fundamentalmente por aquellos que simpatizan con el mundo de la orquesta y los arreglos orquestales.

Destápese el nombre del maestro Somavilla de lo «oculto y desconocido».

Tomado del perfil en Facebook de Joaquín Betancourt Jackman