La Habana bohemia

Malecón habanero

La Habana, desde sus inicios fue una ciudad de servicio de la flota española, el puerto era un lugar de reunión de las riquezas saqueadas que eran llevadas a Europa. Por esta ciudad pasó la riqueza de todo el oro, la plata, las piedras preciosas procedentes de diversos países, como Perú, México, verdaderas civilizaciones.

Para darles atención a todos los visitantes, forasteros y curiosos venidos de medio mundo, La Habana llega a ser la ciudad de más diversiones de todo el planeta. En la zona de lo que hoy es La Habana Vieja, en solamente cuatro km cuadrados llegamos a contar con 237 bares.

Poco a poco la ciudad se llena de cabildos, tabernas, bares, clubes, cabarets, decenas y decenas de centros nocturnos, academias y salones de bailes, cines, teatros, sociedades para todos los estamentos y grupos de descendencia, como se dice ahora.

Las descripciones que hizo el investigador Fernando Ortiz fueron asombrosas, indígenas, negras mondongueras, mestizos, en aquellas tabernas y mesones de la zona del puerto. Aquello metía miedo, era como una Sevilla de América.

Todo artista quería pasar por esta ciudad: «Vamos a hacer América», decían los empresarios y artistas. Por La Habana pasaron las compañías de ópera más famosas de Europa y hasta de China.

Los cabarets de esta ciudad eran rutilantes, desde la década de 1920: Sans Soucí, Montmartre y, después en 1939, Tropicana que llega a ser un verdadero emporio del show mundial. La Habana se convierte en la ciudad más divertida de todo el orbe. Todo el mundo comentaba de la capital cubana. El sueño de todo visitante era conocer esta ciudad con un emplazamiento privilegiado y una belleza hecha a mano.

Fueron muchos los viajeros que transitaron por La Habana. Los cronistas de la colonia, desde lejanos tiempos elogiaban la gran ciudad predestinada por los dioses y los hombres. Desde 1622, el fraile Antonio Vázquez de Espinosa, en una escala describe la ciudad como algo paradisiaco, un ambiente propicio para las inquietudes superiores del espíritu.

Todavía hoy, muchos visitantes de América sienten curiosidad por una ciudad mítica, llena de magia y misterios. Muchos artistas aceptan venir a La Habana para actuar en sus escenarios sin pago alguno. Conocer La Habana es la meta, el sueño de todo artista.

En cada calle hay una historia, las esquinas eran verdaderas tertulias, rodeadas de bodegas, con sus propios bares y victrolas. Las calles son parlantes, verdaderos teatros callejeros, al decir del novelista Alejo Carpentier. «A La Habana la adoro —escribe Carpentier— y considero una de las más lindas del mundo».

El cantante Luis García decía en sus entrevistas y presentaciones que «en el área de La Rampa, en El Vedado, en solo tres manzanas, existían más restaurantes, bares, clubes, cabarets, cines, teatros que en toda la Florida».

Para el Historiador Eusebio Leal, «La Habana es una de las ciudades más importantes del mundo». La cataloga entre las cinco más hermosas del planeta. «He viajado bastante y pude comparar ciudades».

Hemingway decía que solo Venecia y París eran superiores:

A mí me fascina París, me gusta mucho Venecia. Pero no cambiaría ninguna de las dos por La Habana. La Habana es una ciudad que hala mucho, tiene sus propios misterios, su propia maravilla, su propio encanto, sus propios secretos. A través de una sola avenida, desde el Castillo de la Fuerza hasta los confines de Miramar, por el Malecón y la Quinta Avenida, se puede ver toda la historia de su asentamiento, su desarrollo. No es un caos reunido, sino que tiene la gracia de las grandes ciudades. La Habana tiene muchas cosas. La Habana es el lugar que más quiero en el mundo,
después de mi patria. Soy un cubano sato.

«A mí me gusta extraordinariamente La Habana nocturna». (Marlon Brando).

«Siempre me dio alegría saber de La Habana, que tiene tanta fama. Conocer su vida nocturna era uno de mis sueños, ahora que la conozco… imagínense». (Nat
King Cole).

«Mi nueva visión de La Habana, de la Cuba que he tocado, su existencia vista, quedan ya incorporadas a lo mejor de mi memoria». (Juan Ramón Jiménez).

«La Habana es hoy, física y humanamente, una ciudad atrapada entre su pasado y su futuro convertido en signo de interrogación». (Leonardo Padura Fuentes).

«La Habana persiste, nada ha podido destruirla, ni la desidia, ni el desamparo. Su fecundidad es endógena». (Miguel Barnet).

Dijo Guillermo Cabrera Infante:

Yo nunca pensé que me iba a ir de La Habana. Para mí ese fue el descubrimiento de mi vida. La Habana fue la gran ciudad, fue el sortilegio urbano, y yo nunca he experimentado esa sensación en ninguna de las ciudades que he visitado, y he visitado muchas —Nueva York, Ciudad México, Buenos Aires, Madrid, Barcelona, París, Roma, inclusive Moscú— y vivo en Londres. A mí todas me han parecido un pálido reflejo de lo que era La Habana. Lo que me atraía de La Habana era que el día no acababa con la noche, sino que después que oscurecía había otro día, que era el eléctrico, eran las luces de neón, eran los anuncios lumínicos, era un verdadero fuego artificial con la luz artificial también. La Habana para mí era la ciudad encontrada.