Ibrahim Ferrer bolerista y sonero

Ibrahim Ferrer

La música lo marcó desde el primer día, pues según cuentan, su madre dio a luz en un salón de baile, allá en Santiago de Cuba, la mismísima cuna del son.

Ibrahim Ferrer vino al mundo el 20 de febrero de 1927 y quedó huérfano a los 12 años, por lo que tuvo que ganarse la vida de múltiples maneras. Sin embargo, la música tradicional cubana resultó su perenne compañera y desde muy joven cantó en varias orquestas. Entre ellas se recuerdan los conjuntos Wilson, Sorpresa y Maravilla Beltrán.

Integró o fue cantante invitado de algunas de las más prestigiosas agrupaciones de las décadas del 40 y 50 del siglo pasado. Un momento importante en su joven carrera fue cuando se convirtió en la voz principal de la orquesta de Chepín, con la que grabó “El platanal de Bartolo”, su primer hit.

En 1953 se unió al grupo de Pacho Alonso en Santiago de Cuba y seis años después se trasladó a La Habana, donde la agrupación se rebautizó como Los Bocucos. De esa época datan sus interpretaciones de «Nuestra ruta», «Mañana me voy a Sibanicú» y «Aunque te pintes», junto a otros títulos que se hicieron famosos en su voz. La experiencia más significativa de su juventud fue en 1957 cuando cantó en la Banda Gigante de Benny Moré y grabó dos canciones con él.

A pesar de su destacada trayectoria musical, Ibrahim Ferrer se alejó de los escenarios en los años 80 del pasado siglo. Y no participó de ningún proyecto hasta mucho tiempo después cuando regresó con Afro Cuban All Star y el disco de igual nombre fue nominado a los Grammy. Se incorporó después al célebre Buena Vista Social Club en lo que constituyó el renacer y la apoteosis de su carrera. Junto con otras figuras de la música tradicional cubana recorrió el mundo e interpretó temas antológicos del repertorio nacional.

Ferrer poseía una voz aguda y sonera, capaz de subir a los tonos altos y bajar a los más graves. Aunque fue uno de nuestros buenos soneros, su espectro interpretativo incluyó otros géneros, especialmente el bolero. Sin embargo, lo que más impresionaba del añejo músico era su carisma, su elegancia natural y su inspirada entrega en cada tema.

Las grandes capitales del mundo lo ovacionaron, pero siguió siendo el cubano sencillo de siempre, el hombre bueno de la boina, el bastón y de la sonrisa limpia. Así lo recordaremos siempre.

Desde su incorporación al proyecto Buena Vista Social Club, Ibrahim Ferrer se convirtió en uno de los mejores embajadores de la música cubana por el mundo. Sus conciertos abarcaron América, Europa, Asia y Australia, además de subir a los más prestigiosos escenarios como el Carnegie Hall de New York.

Junto al aclamado Buena Vista Social Club, su multipremiada discografía incluyó en vida los fonogramas Buenos Hermanos y Buena Vista Social Club presenta a Ibrahim Ferrer. Con ellos acumuló 3 premios Grammy, varios discos de oro y otros reconocimientos.

En Cuba tampoco le faltaron los reconocimientos por su contribución a la cultura nacional. Hombre de gran compromiso con el arte, lo era más con su condición de cubano, pues sin alardes publicitarios entregó fondos a las instituciones culturales del país para el sistema de enseñanza artística porque creía y sentía por los suyos, que en reciprocidad también le otorgaron post mortem la condición de Gran Socio de la Agencia Cubana de Derecho de Autor Musical, distinción con que se reconocieron sus 78 años de entrega a nuestra música, apenas unos meses después de su deceso ocurrido el 6 de agosto de 2005.

Doce boleros reúne el disco Mi sueño, grabado en el Teatro Nacional de Cuba y que vio la luz casi dos años después de la muerte de Ibrahim Ferrer. El intérprete se acompañó de una alineación de lujo conformada por el pianista Roberto Fonseca, el bajista Cachaíto López, el guitarrista Manuel Galbán y el percusionista Ramsés Rodríguez, mientras que Omara Portuondo lo escoltó en uno de los temas.

Hizo suyos “Dos almas”, “Si te contara”, “Deuda”, “Perfidia” y “Quizás, quizás”, con esa voz que logró el enlace difícil y mágico del arraigo con el sentimiento. Son títulos que en su estilo perdurarán siempre, porque junto a sones y guarachas hicieron del añejo intérprete un gigante entre los grandes, porque creció como artista desde la autenticidad.