Lo oculto y desconocido (Parte 16)

Joaquín Betancourt Jackman

Por: Joaquín Betancourt Jackman (Premio Nacional de Música 2019)

En Cuba, durante casi más de la primera mitad del siglo 20, el concepto de la profesionalidad de la música era casi vago, sobre todo en familias de origen muy pobre; la inclinación temprana de algún joven de la familia era casi tomada como una válvula de escape, una manera más de diversión o un deporte, nada de tomarse con la debida seriedad.

En ese camino y bajo ese concepto de pensamiento, muchos talentos vieron frustradas sus verdaderos sentimientos y sueños.

Paso el tiempo y afortunadamente se creó todo un gran sistema de enseñanza de las artes todas. Comenzó todo un gran cambio de concepto y para bien, entró la mentalidad de crear artistas profesionales con todo el rigor que conlleva.

Claro está, que se habló tanto de igualitarismo y de igualdad, que no se creó la conciencia de que, a pesar de esas grandes oportunidades, el arte es puramente selectivo y que los grandes escenarios y otros centros del arte, son para los más talentosos, que no es un derecho por igual, sino una condición.

Un día se dieron cuenta que hacía falta formar profesores y esto abrió una nueva perspectiva en quienes tenían limitado talento para ser un consagrado intérprete y que ellos podían descubrir o desarrollar esa vocación, tan importante, respetable y decisiva, de la de ser un importante maestro, especialista en disciplinas teóricas imprescindibles de la música.

Ya han pasado más de 60 años en que se inició el camino de la formación profesional de artistas y, por ejemplo, estoy seguro que ya la formación profesional en la música requiere de nuevos y revolucionarios enfoques hacia otras áreas o caminos, más relacionados con la actualidad musical en el mundo moderno

Por ejemplo, la actividad musical cubana actual cada día más necesita de un personal muy calificado que maneje el marketing, los negocios, las plataformas de la internet, los derechos de autor e intelectual, o legislaciones que tengan relación con la actividad musical; que de ʺamadoresʺ de la música pasen a ser personas con fina sensibilidad y conocimiento de la música, con conocimiento de la historia y mucho más que lo elemental de la música.

Por otro lado, creo que la música de concierto en Cuba, que valientemente se la ingenia para sobrevivir en un mundo musical cada día más adverso o absurdo, podría contar para alimentar el conocimiento, el gusto, el disfrute y la opción, de la labor persuasiva, educativa y sensibilizadora de los instructores de arte.

Cómo es posible que, con un país tan activo musicalmente, la labor del instructor sea solo para casas de cultura y brigadas fundamentalmente, porque no incluir en ayudar a crear y desarrollar un público amante de la música de concierto también.

Cómo se explica que en los años 60 del pasado siglo, quienes tenían la misión de dirigir la vida musical de Cuba en plena coordinación con el Ministerio de Educación, tuvieron la sagaz idea de vincular a las jóvenes campesinas, con un nivel de enseñanza que rozaba el 6to grado y que estudiaban corte y costura en la capital, asistieran periódicamente a los conciertos de la entonces naciente Orquesta Sinfónica Nacional y las funciones del Ballet Nacional de Cuba.

Así fue antes nuestra cultura nacional, con oportunidades y verdadero acceso desde y a todos los niveles de la sociedad.

Creo que una verdadera revisión u ojeada al pasado, su porqué y sus razones, nos hará ir encontrando los increíbles “pasos perdidos”.

No solo tengo ojos para ver las manchas o polvos en el espejo ajeno, sino que también mi disposición siempre de ayudar a limpiar con mis propias manos, si así me lo permiten.

NOTAS:

Tomado del perfil de Facebook de Joaquín Betancourt.

En la foto: el maestro Joaquín Betancourt impartiendo clase. Tomada de Correio Braziliensi.