Antonio María Romeu Marrero, mago del danzón

Antonio María Romeu

Si una estirpe ha dado historias maravillosas a la música cubana es la Romeu, la cual sobresale desde que Antonio María Romeu Marrero con once años de edad se diera a conocer como pianista y compositor.

Aún faltaba más de una década para terminar el siglo diecinueve y el apellido comenzaba a fundar una marca, extendida a nuestros días con prestigio y creatividad.

Los aportes de Antonio María al danzón bastarían para entender por qué es una leyenda.

Su introducción, a inicios de la centuria anterior, a la charanga típica de piano, pailas criollas y flauta de madera de cinco llaves, en sustitución de otros instrumentos, la convirtió en charanga francesa, denominación que respondía a la exquisitez de esa práctica.

Si bien comenzó sus estudios de música a los ocho años de edad con el presbítero Joaquín Mariano Martínez, en su natal poblado habanero de Jibacoa, continuó tal aprendizaje de forma autodidacta.

Reconocido Antonio María Romeu como el más fecundo autor de danzones, los cuales grabó junto a su hermano Armando, el primero, “Ten dollars2, surgió en 1899 y le siguió una inmensa lista. De ella forma parte 2El barbero de Sevilla”, en el cual utilizó fragmentos de la ópera homónima de Rossini.

Para el ilustre mago de las teclas, apelativo que reverencia su ingeniosidad como pianista, no fue menor ningún género sonoro para inspirar sus obras. El sabor criollo unido a su estilo elegante, dieron esplendor al baile nacional por mucho tiempo.

La época de las grabaciones acústicas lo coronó como rey. En 1925 la tecnología comenzó a ser eléctrica, pero el legado de Antonio María Romeu resultaba incuestionable. Cuatro años después sus discos fueron premiados en la Feria Internacional de Sevilla.

Introducir cantantes en su orquesta fue otra innovación, que impulsó a grandes voces de la primera mitad del siglo veinte, entre los que se destacó Barbarito Diez.

No obstante, prosiguió creando danzones instrumentales y más tarde llevó a su agrupación el sonido de la trompeta, el trombón de pistones y el clarinete, y la rebautizó en 1945 como orquesta gigante. Dos años después dejó de grabar y a partir de 1950 ya se dedicó solo a componer y a hacer instrumentaciones.

Su hijo, el violinista Antonio María Romeu Junior continuó el trabajo al frente de la orquesta para defender la herencia danzonera. Más de 500 títulos del género aportó el mago de las teclas, quien falleció en 1955, mientras su obra lo mantiene vivo en joyas invaluables como “Tres lindas cubanas”.