Fidel Castro: verdadero gestor de la UNEAC

Barnet junto a Fidel

Presentar a Miguel Barnet es redundante, pues todos los cubanos conocen al escritor, etnólogo, y hombre de bien, presidente de la Fundación Fernando Ortiz y Presidente de Honor de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). Su novela Cimarrón le abrió las puertas de la posteridad, pero el aún lucha, trabaja y ama en su querida tierra.

En estos días de agosto, tan llenos de historia, significado y simbolismo el destacado intelectual cubano accedió amablemente a conversar con nosotros.

Usted es uno de los intelectuales cubanos que más cercanía tuvo con Fidel. Cuénteme de esos intercambios.

Sí, yo tuve gran cercanía con él. Durante todo el tiempo que estuve en la Uneac, no solo como presidente, que fueron 11, sino desde que se fundó la Unión, Fidel siempre vivió al tanto de todos los pronunciamientos que hacíamos. No dejó de participar en ningún Congreso y fue a casi todos los Consejos Nacionales. Claro, cada vez que asistía a un Consejo, yo me adelantaba y le hacía un resumen de todo lo que íbamos a plantear y de los posibles acuerdos a adoptar. Nos unió una relación muy cercana, y eso me permitió conocerlo a fondo y ver su talla intelectual y política, sobre todo su condición de ser humano, y por supuesto su altura ética. Tocó temas muy álgidos de gran vigencia hoy, por ejemplo, uso incorrecto de la arquitectura en los barrios, el racismo, fenómeno en el cual profundizó durante el VI Congreso. Juntos viajamos a otros países. Estuvimos en Galicia, allí visitamos la casa de su padre, y recuerdo que sucedieron cosas muy simpáticas, porque el viejito que cuidaba la casa no quería decir la verdad y Fidel preguntó dónde dormía su papá, sus abuelos. Yo le dije mire Comandante, la verdad es que su papá dormía aquí al lado de esa piedra caliente, y ahí ponían una vaca para que calentara en los inviernos crudos de Galicia. Entonces se rió, y me dijo: «eso era lo que yo quería que ese señor me dijera, pero no me quiso decir nada, pero lo que pasó es que le daba pena decir la verdad». Siempre conté con su presencia, y era permanente su preocupación por que los pronunciamientos de los escritores y artistas de vanguardia llegaran al gobierno, al partido, para perfeccionar la situación de la nación, en aras de evitar situaciones como las ocurridas recientemente.

­La cultura cubana fue calificada por Fidel como Escudo y Espada de la nación. En el período especial el Comandante subrayó la imperiosa necesidad de preservar nuestra cultura. Fue usted uno de los fundadores de la UNEAC, ¿puede referirse a su momento fundacional y su trascendencia para la cultura?

La fundación de la UNEAC fue un hecho que nos sorprendió a todos. Yo estaba muy joven, tenía 21 años, pero ya estaba en las filas de la cultura, muy cerca de Fernando Ortiz, de Argeliers León, de María Teresa Linares, y ellos fueron fundadores, de hecho, Don Fernando fue presidente de la Comisión de Honor del Congreso de Escritores y Artistas que dio pie a la creación de la Uneac, unos meses después. Yo me incorporé a la Uneac en el año 1969, porque yo trabajaba en el Instituto de Etnología y Folclor, cuya sede estaba en el capitolio. También Fidel se acercó mucho a Nicolás Guillen, nuestro Poeta Nacional, no por decreto sino porque fue el pueblo quien decidió llamarlo así, y Fidel le tenía mucho respeto y cariño. Así estuvo siempre, muy cerca de nosotros, la verdad. Él es el verdadero creador de la Uneac. Primero se pensó en una Asociación y después se convirtió en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, pero el verdadero gestor de este proyecto fue Fidel Castro

Muchas personalidades de Cuba y el mundo han descrito su visión y valoración de Fidel. ¿Qué significa para Miguel Barnet Fidel?

Ya lo he dicho en otras entrevistas. Yo creo que Fidel fue un maestro, una escuela y un iluminado.

En estos días estamos más amenazados que nunca antes en el campo de la cultura, ¿cuál es el rol de la Uneac en estos tiempos?

Lo que ha hecho hasta ahora, estar atentos a toda la circunstancia, a todos los movimientos que surjan en el país, la Uneac no puede estar de espaldas a la realidad, tiene que enfrentar y analizar fríamente lo que ha ocurrido y buscar soluciones cuando haya soluciones. La Uneac es un laboratorio de ideas y un puente, una correa de transmisión del pensamiento no solo de los jóvenes, sino de toda la población en el terreno de la cultura, y esto tributa al gobierno, al Partido y a la sociedad.

El intercambio con Miguel Barnet ha sido fructífero y a su término decimos las palabras de rigor con énfasis para subrayar que nuestro agradecimiento es genuino y profundo, pues cruzar palabras con el hombre que durante años llevó el timón de la Uneac es todo un privilegio.  Son días difíciles, pero inspira que la gente de bien siga llamando al diálogo y a la necesidad de tender puentes. Ojalá la contraparte asuma similar postura. Cuba lo necesita.

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