ʺLo oculto y desconocidoʺ (7ma parte)

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Por Joaquín Betancourt Jackman (Premio Nacional de Música 2019)

Hace mucho tiempo quienes siguen mis publicaciones y otros amigos, me pedían que alguna vez tocara el tema al que me voy a referir a continuación. Y siempre aclaro que mis verdaderas intenciones son la de destapar y exaltar la figura de algunos músicos que su nombre y obra no aparecen comúnmente en nuestros medios, centros de enseñanza de la música y lo peor aún bien desconocidos por muchos profesionales de la música, a ello le sumó etapas, crisis y acontecimientos.

Esta vez mi comentario se relaciona con una etapa, el acontecimiento que fue y su repercusión hasta los días de hoy. Para nada mis criterios son una imposición, sino un punto de vista muy personal que deseo compartir.

A pesar del gran esfuerzo y voluntad de nuestros músicos vanguardistas de las décadas de los años 70 y 80 del pasado siglo, nuestra música popular bailable estaba viviendo “por vivir”, sin objetivos trazados, inventando hacerla con lo que se tuviera en la mano.

Como casi a la escasez material de instrumentos musicales básicos para hacer la música cubana, como fueron los bongoes, las maracas, el güiro, el cencerro, además del tres, el piano y bajo acústico, tuvieran que asumir una respuesta obligada hecha a través de aquellas horribles “organetas de marca Vermona”; como única solución para sustituir el piano acústico; entraron también en la escena de la música bailable bajos y guitarras eléctricas, solamente conocidas hasta ese instante en la música rock o pop

Entre otras tantas cosas, a la par y por esos dañinos actos de impulso, se cerró el más importante salón de baile de la época, el Salón Mambí.

Para nadie es un secreto que la visita a Cuba del fenómeno salsero Óscar D´León, en un Festival de la Canción en Varadero en esa década de los 80, generó un despertar de la conciencia de todos nuestros músicos cubanos y la salvación de nuestra verdadera identidad musical

No por gusto digo y reafirmo con pruebas que la música popular bailable cubana, ha sido a través del tiempo y en diferentes etapas muy maltratada, víctima del desprecio, subestimación, humillación y también, aunque resulte, para algunos, incomodo decirlo, del racismo.

Los músicos que comenzamos nuestras carreras profesionales en los años 80, sin mucha conciencia de ello, nos preparamos y bebimos del jazz, del emergente movimiento salsero latinoamericano y de la nueva trova.

Todas estas corrientes ejercieron evidente influencia en nuestras creaciones, Y claro que estoy hablando de una generación encabezada por los grupos Afrocuba y Opus13 de egresados fundamentalmente de la enseñanza artística; por otro lado, lo hacía allá en el Oriente Son 14, con Adalberto Álvarez a la cabeza.

Con la gran repercusión nunca olvidada de las actuaciones de Óscar D’León en Cuba y la retoma del valor y el gusto de nuestra música popular bailable, llegó la etapa diría yo, más esplendorosa de la música bailable después de 1959 y lo fue la etapa de la década de los años 90 del pasado siglo.

Sin duda alguna se pusieron en plena sintonía el repunte de nuestra industria fonográfica, la riqueza de las creaciones entre otras cosas motivadas por el entorno social del momento, un salto indiscutible de calidad del gremio de músicos populares, la independencia necesaria y el respeto que se ganaron en el exterior al tratárseles de una mucho mejor manera en los contratos de trabajo.

Todo esto solidificó la música popular bailable cubana y aunque posteriormente fue víctima una vez más de los impulsos excesivos, de medidas sin mirar las futuras consecuencias donde, como producto de ellas, se cerró el popular Palacio de la Salsa.

En mi existencia no recuerdo mejor época para la música popular bailable, que la que significó esa, sumamente creativa y sin oponentes poderosos en otros estilos, esta música reinó y era la dueña plena de nuestros hogares.

Si hoy aún y a pesar de poseer un panorama de excelencia de músicos y orquestas, todavía la música popular tiene una cierta elevada preferencia popular, se debe aquel fortísimo movimiento que se construyó en los años 90 del pasado siglo, a esa fuente de creatividad que nos proporciona la actualidad social cubana en un complejo escenario que no deseamos.

Los episodios vividos en aquella época, donde la noticia del día era el nuevo tema que estrenaban los protagonistas más populares de aquel momento, la historia que se tejía alrededor de ellos, eran como los ídolos del momento, despertaban cualquier tipo de opinión a favor o en contra. Nunca los ojos y oídos de un pueblo estuvieron tan atentos a esa música

¿Fue un acontecimiento nada oculto y muy conocido?

En el siguiente video Opus 13 en una presentación en el programa televisivo Mi Salsa, de 1992:

NOTAS:

Tomado del perfil en Facebook de Joaquín Betancourt

En la imagen: Grupo AfroCuba