¡Siempre cubanos!

Trío Matamoros.Foto: Alberto Korda

Por: Guille Vilar / Foto: Alberto Korda

Se sabe que fue un 8 de mayo de 1925, en la celebración del cumpleaños 31 de Miguel Matamoros, en su casa, cuando Rafael Cueto tomó la guitarra para que un amigo suyo, Siro Rodríguez, cantara algunas canciones.

Al instante, Miguel no perdió la oportunidad y le pidió a Cueto que lo acompañara en uno de sus boleros, al que se sumó la hermosa voz de Siro. Así, de modo espontáneo, nació el Trío Matamoros.

Disfrutar de las canciones del emblemático Trío es como sentir el alma acariciada por el ondear de nuestra hermosa enseña nacional; un privilegio identitario de grandes músicos, que nos obliga a meditar en torno a las razones de su inmaculada vigencia al cabo de un siglo.

Quizá la primera de estas sea nuestra inmediata identificación con el carácter abierto y jaranero de estos tres compatriotas, santiagueros de pura cepa, cuyas canciones se encuentran marcadas por una criolla musicalidad capaz de estremecernos.

Precisamente, la sencillez y naturalidad que los caracterizaba les permitió una creación musical sin mayores complicaciones, lo que no quiere decir que no hayan alcanzado esa originalidad que marca la diferencia con los contemporáneos.

Tan solo de escucharlos en cualquiera de sus grabaciones, nos percatamos de la acertada interrelación entre la guitarra de Miguel con la de Cueto, así como del ingenioso diálogo compartido por las voces de Miguel y Siro.

Todavía hoy, entonar: «Aunque quiera olvidarme ha de ser imposible», o «¿De dónde serán?, ¿Serán de La Habana?, ¿Serán de Santiago? Tierra soberana…», funciona como el santo y seña para que se nos dispare un poderoso llamado de amor hacia aquello que nos une.

No hay como el Trío Matamoros para ratificar el precepto de que, mientras más nos imbriquemos con las entrañas del terruño, más nos acercaremos al universo que queremos aprehender.

En una época en la que Spotify era pura ciencia-ficción, e incluso el tocadiscos suponía una novedad, la Cuba de las primeras décadas del siglo pasado, en solo días el Trío consiguió vender de su primer disco la elevada cifra, para entonces, de 64 000 copias.

Es imposible contabilizar la cantidad de ciudadanos en todo el mundo que, automáticamente, vinculan el nombre de Cuba con las memorables canciones del Trío. Pero, más allá de reconocer un calado tan hondo en el extranjero, para nosotros la fecha de hoy debe ser asumida como una inspiración de inmenso orgullo patrio, agradecidos por el aliento de cubanidad con que nos envuelve la música del Trío Matamoros; esa que nos permite traer a colación una sentencia de don Fernando Ortiz, la adecuada para resumir en pocas palabras el homenaje que rendimos a la memoria de Miguel, de Cueto y de Siro: «Sed cubanos, muy cubanos… ¡Siempre cubanos!».


Fuente: Granma

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