Hay quienes tocan el tambor con técnica, otros lo hacen con sabiduría y alma. Ruy López‑Nussa Lekszycki, perteneciente a esta última categoría, con su percusión une tradición y vanguardia, mientras crea un legado musical vivo en cada estudiante y público que lo escucha.
Nació el 6 de agosto de 1957 en Ciudad de México y al año siguiente sus padres se mudaron con él a La Habana. Forma parte de una familia emblemática de la música cubana: hermano del pianista Ernán López‑Nussa, padre del laureado pianista Harold López‑Nussa y del baterista Ruy Adrián López‑Nussa, además de ser profesor en instituciones tan prestigiosas como el Instituto Superior de Arte (ISA) y la escuela Amadeo Roldán.
Su trayectoria se inicia en los años setenta con agrupaciones de rock y jazz, en tanto se integró luego al proyecto Estado de Ánimo y guió su propio colectivo La Academia, para fusionar jazz contemporáneo con ritmos tradicionales como son, mambo, cha‑cha‑chá y música yoruba. Su estilo lo convierte en un referente de la percusión moderna en Cuba.
Además de su carrera como intérprete y profesor con más de treinta años de experiencia, es autor del influyente método Ritmos de Cuba: percusión y batería, un libro acompañado de un CD con 91 ejemplos musicales, devenida herramienta imprescindible para estudiantes de batería y percusión en todo el orbe.
Ha colaborado en grabaciones y escenarios junto a figuras tan diversas como Yusa, Santiago Feliú, Elmer Ferrer, José María Vitier, William Vivanco y proyectos colectivos como Stream X (free‑jazz), Temperamento e Interactivo.
En 2006 fue homenajeado con un concierto donde actuaron juntos los cuatro López‑Nussa —Ruy, Ernán, Harold y Ruy Adrián— celebrando sus tres décadas de carrera artística en un evento de emociones, virtuosismo y memoria familiar.
Su legado es doble: ha formado generaciones de músicos con rigor y sensibilidad, en tanto ha construido un puente entre los ritmos ancestrales de Cuba y las exigencias técnicas del jazz contemporáneo. Cada clase, cada obra, cada presentación es testimonio de que el tambor también puede enseñar, pensar y emocionar.
Foto: Tomada de Juventud Rebelde