Reencuentro con Tony Ávila

Tony Ávila

Lo afirmo sin vacilación alguna: cada encuentro con las canciones de Tony Ávila, son experiencias para vivenciarlas a plenitud, así sean lecciones de filosofía popular, de esa que no se aprende en las academias, sino en el forcejeo rudo y cercano con la cotidianeidad.

No importa que las canciones fueran escuchadas con anterioridad una y más veces, o que el concierto no un estreno: siempre hay algo nuevo que encontrar en ellos, fruto de nuevos aprendizajes existenciales y de nuevas lecturas, con esa capacidad de reciclarse que poseen las obras perdurables.

Lo comprobamos una vez más en el concierto en línea trasmitido el primero de agosto, una magnífica elección para iniciar el octavo mes del año, precisado del frescor de esa música, en medio de los ardores y sudores del ʺVerano con todosʺ.

La propuesta de este lunes incluyó los siguientes temas musicales. ʺLas Nubesʺ, ʺDel amor de Sabina y otros demoniosʺ, ʺElla fueʺ, ʺNada más tristeʺ, ʺAlunizandoʺ y ʺPapaloteʺ, todos de su autoría.

Con sus composiciones, el licenciado en Filosofía e Historia, nos convidó a reflexionar sobre problemáticas universales humanas, en lo que se agradece la incursión de varios géneros como la canción, guaracha, son, bachata, fusión y bossanova, con lo que potabiliza la tarea del razonamiento.

En cierta ocasión el cantautor explicó las claves de la conexión con su público de la siguiente manera: «La población de la Isla es muy dada a la opinión, al debate, al criterio, al pensamiento y gracias a la vida mis canciones un poco ofrecen esas respuestas que el cubano busca». Entre ellas, citó las de corte más filosófico e incluso las de amor, y dijo que «no son solo de amor, son también de existencia, convocan a la reflexión y empujan más al sentimiento que al cariño».

Este concierto nos permitió (re)pensar en la permanente búsqueda de sueños allá en la luna, «que parece una aceituna…», mientras «la tierra caramba está hecha tierra», o discernir en procura de una nueva verdad en qué cosas puede ser más triste que «una ventana sin luna /… Que al cielo se le apague una estrella, /… Que la tristeza muera de risa… / …Que a la tina le falte la rosa / que no lleguen a ser mariposas toditas las orugas que viste». O en la simpleza de la razón de que no hay papalote que vuele si no se empina.