Pablito Quevedo: El primer Divo de Cuba

Pablito Quevedo

Los primeros divos que tuvo Cuba fueron: Pablito Quevedo, Fernando Collazo y Barbarito Diez, una saga que publicaremos en este sitio musical.

Pablo Quevedo (Unión de Reyes, Matanzas, 21 de enero de 1908 / La Habana, 10 de noviembre de 1936) era de un pueblo de tambores de rumbas y danzones. El niño quedó huérfano de madre y lo crio la esposa de un tío. A los ocho años comenzó a trabajar en una tabaquería y después fue aprendiz de barbero. Más tarde se le vio afanoso en la panadería del pueblo.

Con un grupo de fieles amigos se aficionó a la música, en especial al tango, al estilo de Carlos Gardel, de moda en esos momentos. A su vez interpretaba viejas canciones trovadorescas en fiestas, serenatas, guateques y reuniones familiares.

Se dice que tenía una voz de terciopelo, como los crooners que años después se pusieran de moda en América. Las voces pequeñas, al estilo de los crooners con voz de terciopelo gustan mucho. El cronista Eduardo Robreño recordaba que “tenía una voz pequeña, pero afinada cual ninguna”.

En una entrevista al desaparecido locutor, Germán Pinelli, contaba que el estilo del cantante matancero estaba marcado por una voz suave, de ricos matices y con un dejo muy triste, tal vez a causa de la enfermedad de tuberculosis que padecía.

Su físico era débil, sencillo, de baja estatura, rostro pálido, fumaba mucho, lo cual le causó su enfermedad prematura.

LLEGADA A LA HABANA

En 1929, Pablito llega a la capital, estalla el danzonete y se pone de moda el protagonismo de utilizar a los cantantes en las charangas danzoneras; por eso decide instalarse en La Habana.

La ciudad maravilla, capital de lo posible, reino de la radio y de la música, no fue generosa con el joven de cándida voz. Tuvo que ganarse a pulso su espacio en los portales del Payret con su guitarra y los últimos tangos importados desde la zona del Río de la Plata. Su voz de cristal, sibilina cual murmullo de sílfide, chocaba contra el estruendo y glamour de la rumba, el son, la conga y demás géneros que hacían de La Habana y sus letreros de neón un suceso de aceleración constante.

Ya lo aqueja el mal que ha enfermado sus débiles pulmones. En el sanatorio donde está convaleciente, comienza una amistad con el cantante Panchito Carbó, quien lo integra a la vida musical capitalina. Juntos forman un aplaudido dúo Los Ases y actuaron en La Hora Divina.

Luego se une a distintas agrupaciones, como la orquesta Los Caciques, perfilándose como un destacado interprete del cancionero romántico. Integró el trío Bohemio, en el que participaban Nené Enriso y Cuco Soroa; y el Cuarteto Hatuey con el propio Enriso, Vitaliano Mata y Miguelito García.

Una señora llamada María Guardado contaba que Pablito componía canciones, era casado con Georgina Oliva, una muchacha que lo quería mucho y llegaron a tener un niño, nacido en 1933.       

El fenómeno a su alrededor le pasó factura, dejó de disfrutar de la música y a punto estuvo de dejar el mundo del espectáculo, pero apareció Georgina Oliva, con la cual se casó el 3 de diciembre de 1934 y encontró la estabilidad necesaria, pues ella se convirtió en el apoyo que organizó su agenda y se hacía cargo de responder las cartas de sus admiradoras más recatadas y respetuosas.

Ya desde el año 1935 monopoliza la atención de los oyentes radiales; el cantante matancero tenía mucho prestigio, vestía muy bien, impecable, como se exigía en los cantantes de aquellos tiempos

Para 1936 se encontraba en la cúspide, en la primera etapa cantaba con una bocina, al llegar el micrófono aprovecha con mucho acierto el nuevo invento que se estrenaba en la radio, según afirma el maestro Manuel Villar Fernández.

La consagración definitiva la gana Pablito con la orquesta de Cheo Belén Puig, en la emisora CMQ. El radio fue el vehículo idóneo de su expresión, aunque se presentaba en teatros y bailables.

El musico y compositor, Senén Suarez, me contó en su residencia de El Vedado que:

En la revista Bohemia leemos que sus canciones dejaban siempre un rastro de terneza en los corazones de las mujeres románticas. Llovían las cartas de sus admiradoras que encendieron la llama de su fama bien ganada

La vida musical de Pablito no fue extensa, solamente vivió 28 años, padecía de la enfermedad de tuberculosis. Era el 10 de noviembre de 1936 cuando deja de cantar, los programas de radio interrumpieron sus programas habituales. La noticia circulaba por toda la Isla.

Pablo Quevedo, el popular cantante había fallecido. El Divo de la voz de cristal, como lo llamaban, enmudecía para siempre, cuando mayores eran sus éxitos. La radio difundió la dolorosa noticia. Un duro desconcierto reinó en la población cubana. “¡Quevedo ha muerto!”, decían todos. La musicóloga Dora Ileana Torres reitera que la noticia rayó en la histeria colectiva. El cortejo fue uno de los más numerosos de los que se haya conocido en Cuba, el pueblo ama a sus ídolos.

El sepelio fue imponente, lo velaron en su propia casa en el residencial Santo Suarez. Se dice que fue la más grande manifestación popular que haya existido hasta entonces. El locutor German Pinelli, siempre en todas, despidió el duelo. El cortejo salió de día desde su casa y llego casi de noche al cementerio Colon.

Según testimonios de aquella época, fue uno de los entierros más grandes que se recuerdan. Desde entonces su leyenda no dejó de crecer, a su sepelio acudieron miles de habaneros compungidos y las radios realizaron homenajes en su honor. La conmoción fue total, se iba sin llegar a la treintena un cantante popular para el que la vida no fue un idilio romántico, sino más bien la nieve cruel de los años.

Pablo Quevedo no dejó grabación alguna. La historia quedó en la tradición oral, quiso el cantante matancero dejar su voz en el misterio. Demostró que no siempre son las victrolas, las emisoras de radio y la televisión los que te hacen famoso. Miguel Matamoros, Pablito Quevedo y muchos otros se hicieron famosos a golpe de presentaciones con el público “cara a cara”. El público siempre se las agencia para rastrear a sus figuras musicales.

Muchos cantantes siguieron la huella de Pablito: Mario Jiménez, Orlando Vallejo, Ñico Membiela, y Antonio Machín, entre otros.

En el siguiente video, Antonio Machín interpreta Campanitas de cristal, al estilo de Pablito Quevedo:

FUENTES:

Dora Ileana Torrez: Del danzón cantado al cha cha chá.

Ezequiel Rodríguez, Manuel Villar, Senén Suárez. ʺFotosdlahabanaʺ, en revista Bohemia, 1936.