Leonardo Acosta, el porqué de la música

Leonardo Acosta Sánchez

Para Leonardo Acosta Sánchez la música fue una hermosa obsesión que parece seguirlo acompañando más allá de la muerte. Tan ilustre habanero, desde su llegada al mundo el 25 de agosto de 1933 en la barriada del Cerro, respiró cada bocanada de oxígeno al compás de todas las notas brindadas por la vida y las revirtió en monumentos sagrados para la cultura nacional.

No es raro su comportamiento, sí, nació y creció en esta Isla mágica donde el arte sonoro es elemento esencial de nuestra idiosincrasia; pero, en el caso de Acosta, el ambiente familiar y las amistades del hogar —entre otros Alejo Carpentier—, fueron un catalizador eficaz para nutrir su talento musical de las mejores fuentes de la época y hacer de él un saxofonista de renombre, investigador acucioso y escritor referencial.

Aprendió con destacados maestros cubanos, como: Leo Brouwer, Federico Smith y Frank Emilio, por solo citar algunos nombres. Integró connotadas agrupaciones a mediados del siglo anterior y viajó a Nueva York, ciudad que le completó su pasión por el jazz.

Innovador y dinámico, Leonardo Acosta brilló, en solitario o junto a grandes instrumentistas de la época. Además, creó una rica obra para el cine cubano, incluso como fundador del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC.

La genialidad de este coterráneo le permitió ahondar en las más diversas temáticas, por la influencia de todas en el producto melódico. Coherente y polémico no dudó en encontrar caminos poco transitados para comprender fenómenos musicales de nuestra nación y de otros países.

Como musicólogo continúa brindándonos enseñanzas a partir del legado imperecedero de sus exquisitos ensayos, que evidencian el estrecho vínculo entre música y sociedad.

Leonardo Acosta nos abandonó físicamente con avanzada edad y una vastísima trayectoria, que incluye textos de poesía y narrativa, así como múltiples reconocimientos, en los cuales sobresalen el Premio Nacional de Literatura y el Premio Nacional de Música.