En una antigua fotografía que ha resistido con dignidad el paso del tiempo, identifiqué a dos infantes que en la edad adulta llegaron a ser figuras exitosas en el panorama cultural cubano.
Una de ella era Carmen Solas Montalvo, Premio Nacional de la Radio y Artista de Mérito de la Radio y la Televisión. El otro era un niño de unos nueve o diez años de edad llamado Huberal Herrera Lezcano, quién obtendría reconocimiento público por ser uno de los mejores intérpretes de la obra de Ernesto Lecuona.
La instantánea de marras es un testimonio gráfico de una presentación de los alumnos de la Escuela Municipal de Música de Güines en el salón de actos de la Sociedad de Instrucción y Recreo para negros y mulatos “La Bella Unión” de este municipio, que sería trasmitido además por la estación radial (local) CMRT. En este espectáculo, Carmen Solar cantó y Huberal Herrera fue su pianista acompañante.
Siempre me han interesado estas noticias comunitarias, sobre todo las referidas a la cultura güinera. De ahí que, de inmediato, me sentí animado a indagar más sobre el asunto, en aras de desentrañar todo cuanto fuera posible de este retrato. Sabía que Huberal Herrera, que vino al mundo el 28 de mayo de 1925, era natural de Mayarí, en la zona sudoriental del país. Era hijo del reconocido profesor y abogado güinero Nicolás Herrera Mora y sobrino del doctor Silvano Herrera Mora, eminente neurocirujano, primer médico negro graduado en Cuba en la década del veinte de la pasada centuria. Dos tías suyas eran doctoras en Pedagogía y otra en Farmacia, por lo que el chico encontró un ambiente propicio para su formación académica.
La atmósfera cultural de la otrora villa de San Julián y San Francisco Javier de los Güines, también era propicia para la superación musical de Herrera Lezcano, quien desde pequeño sintió inclinación por el piano. La municipalidad contaba con una academia de música y una banda municipal, fundadas en 1911. El maestro de la escuela en los años del suceso motivo de esta reseña era Pedro Rafael Rojas Rodríguez, integrante de una familia musical, que al decir del escritor y periodista Antonio Penichet “estaba aferrada al danzón, como la raíz de los árboles a la tierra”. Rojas Rodriguez tuvo entre sus pupilos a Lázaro Herrera, futuro trompetista y más tarde director del Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro y a Alberto Montero Flores, pailero de la orquesta Melodías del 40 y posteriormente de la Orquesta de Barbarito Diez.
Huberal Herrera estudió, además, solfeo y teoría con otra integrante de la familia Rojas, Hortensia, hermana de Rojas Rodriguez, que fue maestra en el Conservatorio Hubert de Blanck.
Por estos caminos transitó el joven pianista Huberal Herrera, para llegar a ser un músico brillante, que, además de instrumentista, fue un acucioso conocedor de la obra de Ernesto Lecuona, a punto tal de que algunos le llamaban “El Lecuonista”.
El Premio Nacional de Música 2020 tuvo otros prominentes maestros a lo largo de su carrera artística, pero nunca olvidó a aquellos que durante su niñez, con humildad y ternura le guiaron por el intrincado sendero del arte de los sonidos, lo cual demostró en sus visitas a la casa de los Rojas, después de trasladarse a residir en la capital del país y haber conquistado fama y honor.
Foto: Tomada de La Jiribilla