El son puro de Miguelito Cuní

Miguelito Cuní

El son cubano tiene muchos nombres, mas el de Miguelito Cuní es esencial. Su voz y simpatía fueron preferidas del público, igual que de los grandes músicos que quisieron tenerlo en sus conjuntos.

Nació como Miguel Arcángel Conill el 8 de mayo de 1917 en la occidental provincia de Pinar del Río y muy rápido fue el arte sonoro vocación que lo compulsó a acercarse a los espectáculos de su entorno, de los cuales se influenció para siempre.

Se cuenta que a los ocho años de edad escapaba del aula a llenarse de mélodías, a los trece comienza en el conjunto Los carameleros, con algunos de sus familiares, mientras a los quince, llegó a La Habana a trabajar y ganarse un espacio de privilegio en la historia musical de la isla.

Versatilidad para hacer distintos géneros con todo el rigor lo conviertieron en ídolo de no pocos y enseguida se une a la orquesta de Antonio Arcaño, además de compartir su talento con varias agrupaciones destacadas, sobre todo la de Arsenio Rodríguez.

Miguelito Cuní cantó en sus casi siete décadas de existencia junto a disímiles estrellas del pentagrama nacional, descolló como compositor y admiró a grandes figuras, entre ellas a Benny Moré, quien lo integró en una etapa a su Banda Gigante.

El excepcional vueltabajero conoció a múltiples estrellas de la música criolla en la primera mitad del siglo XX, no obstante, con el maestro Félix Chappotín logró una sólida amistad y un sello irrepetible del son cubano.

Sus dones naturales para interpretar e improvisar le ganaron el respeto de las audiencias en suelo patrio y en tantos naciones conquistados por su excelencia artística y su carisma de impecable caballero.

“El Carbonero”, “Yo si como candela”, “Camina y prende el fogón”, “La Guarapachanga”, constituyen títulos de sones que la voz del mulato pinareño paseó por el mundo. No menos significativo resulta escucharlo haciendo complejos boleros en solitario o acompañado de Pablo Milanés, cual dúo de leyenda, en “Convergencia”, “No hagas caso” y “Deja que siga solo”.

El reconocimiento a la maestría musical del intachable cubano Miguelito Cuní es eterno homenaje a un sonero puro.