Con amor combatimos el odio

Con amor combatimos el odio

Con absoluta fidelidad a la prédica martiana, cubanas y cubanos, amamos el amor y odiamos el odio…
En el habla cotidiana del cubano es usual el empleo de refranes o dicharachos que amenizan el diálogo. Uno de ellos asegura que: «el papel aguanta todo lo que le pongas». Con esta expresión se rebate con fina ironía y sano humor criollo las afirmaciones desmesuradas o erróneas.

La famosa máxima no es oriunda de Cuba. Se cuenta que nació de la relación entre el filósofo Diderot y la emperatriz Catalina II de Rusia. Diderot pretendía arrastrar a la corte rusa a la causa de la Ilustración. Catalina, que se encontraba en ese momento defendiendo el reino de una rebelión de los cosacos, interpeló al entusiasta Diderot en estos términos: «[…] Usted trabaja solo sobre el papel, que se presta a todo; es obediente y flexible y no pone obstáculos ni a su imaginación ni a su pluma; en cambio yo, pobre emperatriz, trabajo con la naturaleza humana […]».

Dejando a un lado el anecdotario, hay que reconocer que este es un dicho analógico, o sea, anterior al furor mediático desatado por la red de redes, que entre muchas virtudes, acercó a las seres humanos de todas partes del mundo, al “secar los mares”, —parafraseando una metáfora de nuestro Héroe Nacional—, pero que también creó una plataforma que, cual esponja gigante, recoge todo lo bueno y lo malo, lo limpio y lo sucio, de lo que se quiera decir.

En estos momentos, las redes digitales son el sitio idóneo para decir lo que le venga en gana a uno, sin consecuencias aparentes. Esa libertina condición estimula en los usuarios una sensación de impunidad, que a su vez condiciona que se exacerben los instintos y conductas negativas de los seres humanos.

Esa sensación de “intocabilidad” ofrece a una serie de personas que navegan en internet, la posibilidad de calumniar, mentir, tergiversar e insultar sin pudor y sin que exista un ejercicio de poder sancionador que frene tal práctica. Ello influye de modo significativo en el clima tóxico, intolerante y violento que muchas veces parece entronizarse en las redes digitales. De este modo, se conforma una meridiana frontera entre el comportamiento “virtual” de una persona en las redes y su conducta en la vida real.

En Cuba, esas líneas se desdibujaron el 11 de julio de 2021 y se produjo una suerte de maremoto de lo peor del país, que intentó barrer la tranquilidad de nuestras calles, con agresiones a personas e instituciones, actos de vandalismo y otras manifestaciones antisociales.

A un año de estos repudiables sucesos, los enemigos de la Revolución han querido dar un vuelco a la lectura de tales hechos; maniobra que, paradójicamente, los enredó en su propia madeja, como consecuencia de la manera contradictoria en que enfocan el asunto. En principio, ellos construyeron la imagen de que los sucesos del 11 de julio habían sido protestas pacíficas, pero ahora tratan de «conmemorar» –como ellos dicen– esa fecha como el gran acontecimiento que desestabilizó a Cuba.

Calando en lo hondo del asunto, sí vamos a conmemorar, como afirmó el pasado domingo el presidente Díaz–Canel. En efecto, vamos a celebrar la victoria del pueblo cubano, de la Revolución cubana, ante los intentos de los que querían convertir lo acontecido hace un año en un golpe suave, que en realidad era una forma encubierta de golpe vandálico.

A orillas de los surcos, tras culminar una jornada de trabajo voluntario, el dirigente cubano enfatizó «Si vamos a celebrar algo, es la victoria del pueblo, que es una derrota más del imperialismo. Esa es la verdad, no la que tratan de pintar, y con la que justifican y tapan la derrota que sufrieron».

Oportuno es recordar que José Martí, apóstol de las libertades cubanas, escribió: «Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, y los que odian y deshacen».

Con absoluta fidelidad a la prédica martiana, cubanas y cubanos, amamos el amor y odiamos el odio. Con amor, enfrentamos todas las calumnias, todas las mentiras, toda la perversidad que se teje contra Cuba y contra la Revolución.

Como dice la canción-himno del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC: «Del amor estamos hablando / Por amor estamos haciendo /…/ Para por amor seguir trabajando…