Aplausos para el bolero

Satisfecha, orgullosa y feliz, me sentí cuando conocí de la suscripción del bolero como Patrimonio Cultural Inmaterial de la humanidad. Registro binacional de México y Cuba que contribuye a fortalecer su salvaguardia y que en mi caso me inspira a evocar detalles de su existencia, pautada por el amor, en su letra y en la música por la mesura.

Increíblemente en sus inicios muchos asociaron el bolero con cánticos de cantina y peñas, aunque pronto evolucionó a las serenatas por ser espacios más compatibles con el modo.

Sus altos valores románticos hicieron del género una temática ajustable a todas las clases sociales, y a la vez un favorecido por la aparición de nuevas tecnologías como la radio y las grabaciones, protagonistas fundamentales de su difusión.

En un primer momento, el bolero desarrolló un lenguaje particular a partir de los tríos de guitarra, devenidos catapultas a la nueva cualidad de decir la canción. 

Llegada la década del treinta gozaba de una popularidad increíble, lo que trajo como resultado no quedar solo, asido a solistas y tríos. Atrajo a las orquestas tropicales, a las llamadas big band y por último, a las orquestaciones de tipo sinfónico. Estas aportaron al romántico género mucho más refinamiento y categoría.

Con el avance de los años el bolero ganó adeptos. Ya no se concebían espacios en vivo, televisivos o radiales donde no se apreciara la ternura de su música y el acabado de sus letras, caracterizadas por describir situaciones amorosas, conflictos sentimentales o infidelidades.  

Cuba y México devinieron en las mejores plazas bolerísticas. En ellas se apreciaba la calidad de los más encumbrados exponentes del género, excelentes cantantes para entonar cualquier tipo de ritmo, entregados ahora a los temas pasionales.

Del bolero, merece hablar sobre su masificación, en la que el cine y la industria de la grabación jugaron un papel protagónico. Los filmes con sus actores cantantes, y los discos, acreditaban que el bolero “había llegado para quedarse” y escalar mejores posiciones en el gusto poblacional.

Además de la radio, la televisión, el cine y las grabaciones como elementos difusores, tuvo a su favor el relativo aislamiento cultural de América Latina en los años cercanos y posteriores a la Primera Guerra Mundial.

Esto favoreció su cultivo y desarrollo sin evidentes competencias foráneas. Su tránsito a la cima de la popularidad se vio despejado para emprender el vuelo y llegar a múltiples parajes donde fue bien recibido.

Como la mayoría de los géneros musicales, el bolero tuvo su época dorada, o de esplendor, y al ser coetáneo con el período de las dictaduras militares en los años treinta, cuarenta y cincuenta, estos sistemas lo aprovecharon para promover cierta enajenación pasional en un público al que querían mantener al margen de las controversias políticas. Bajo estas condiciones el bolero se mantuvo como una corriente musical de elevada factura y popularidad sobresaliente.

En los años cincuenta e inicio de los sesenta todos querían cantarlo. Surgieron nuevos temas, compositores y defensores del estilo. Las casas discográficas seguían dando a la condición rítmica un excelso protagonismo, mientras las victrolas habaneras gemían con la nostalgia de Ñico Membiela, y Panchito Riset, entre otros afamados boleristas.

Llegada la segunda mitad de la década del sesenta el bolero sufrió la misma suerte que otros géneros musicales, aunque en menor medida. Los cubanos comenzaron a interesarse por estilos internacionales, algunos a través del canadiense Paul Anka, y de los The Beatles. Los chicos de Liverpool, tuvieron una gran influencia en la música cubana y en grandes cantantes de la época, como Juan Formell.

Sin embargo, el bolero no desapareció, se reinventó en la lírica de varios exponentes de la Nueva Trova Cubana, entre ellos Amaury Pérez Vidal, quien tiene en su repertorio tres obras que figuran en una antología de canciones y boleros clásicos, a pesar de que se enmarquen en la estética de la Nueva Trova. Ellos son: “Ese hombre”, “Acuérdate de abril” y “Quédate este bolero”.  

Hoy una nueva hornada de cantantes, entre ellos, Ángel Manuel, interpretan el bolero con aires de modernidad, y mantienen su legado, único, irrepetible y divino para enamorar. Valores, que, entre otros, otorgaron al bolero el privilegio de ser inscrito como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.