La huella de Paco de Lucía en Cuba

Paco de Lucía

Por: Alejandro Luque

En el popular Salón Rojo del Hotel Capri, justo antes del comienzo del concierto del sábado noche, dos pantallas gigantes proyectan una serie de imágenes. Son retratos de músicos legendarios de la isla: ahí están Benny Moré, Cachao, Ernesto Lecuona… Buenos motivos para el orgullo patrio. De pronto, entre ellos asoma la figura de Paco de Lucía. ¿Cómo es posible? ¿De qué manera podrían los cubanos apropiarse del artista español más universal?

Sí, de la misma manera que Antonio Gades acabó siendo considerado un cubano más, e incluso enterrado con honores de héroe de la Revolución, Paco de Lucía ha sido adoptado en la mayor de las Antillas como un hijo de esta tierra, la misma que visitó en numerosas ocasiones y en la que, al final de su vida, llegó a residir tan solo unos meses, antes de su inesperado fallecimiento en Playa del Carmen, México.

El gigante algecireño, de cuya desaparición se cumplirá en febrero diez años, que serán conmemorados en el Festival Legacy de Nueva York por una treintena de músicos de primera fila, siempre se había sentido muy atraído por la Isla y su música, pero en los últimos tiempos ese interés se había visto reforzado. En sus últimas giras había incorporado en su banda a un extraordinario bajista cubano, Alain Pérez, al que además le encomendó varios arreglos de su último disco, Canción andaluza.

Pérez recuerda que Paco lo reclutó después de verlo tocar con Enrique Morente, y que desde el principio tuvieron “una química muy bonita entre nosotros porque él estaba siempre muy interesado en la música cubana, enamorado del sabor del son, de la síncopa, de nuestra cadencia… La manera de tirar como para atrás en el tiempo, la sandunga, todo eso lo apasionaba. Siempre estaba con la clave, ‘Alain, ¿dónde está la clave? ¿Está aquí?’ ‘No, maestro’ ‘Pero bueno, ¡dónde está esa clave!’ Porque depende de la canción, unas veces entra en un lugar y otras en otra. Y él tenía el interés de empezar a componer un poco más con la clave, porque él sentía que tenía más sabor. Por ejemplo, en la música, los tangos, la rumba, él tenía el deseo ya de hacerlo en la clave”.

Tanto le atrajo ese costado de la música latina, que incluso decidió afincarse en La Habana, en una zona residencial de Siboney, nombre que -dicho sea de paso- da título a un tema de Lecuona que Paco y Ramón de Algeciras grabaron en el disco Hispanoamérica.  Un entorno donde también pensaba que sus hijos pequeños, a los que matriculó en el Liceo francés, podían ser felices.

En la memoria de todos los aficionados cubanos perdura el concierto que ofreció Paco de Lucía con su grupo en el Teatro Karl Marx de La Habana, dentro del V Festival Leo Brouwer de Música de Cámara, en octubre de 2013, 26 años después de su última actuación en la Isla. Puede que fuera entonces cuando decidiera probar a establecer allí su residencia, que empezó en diciembre de aquel año y se prolongó solo hasta febrero, cuando la muerte vino a buscarlo en México. “A lo mejor me vengo aquí a Cuba, a pasar una temporadita. Porque es un país muy interesante, es un país único. Ya no hay en el mundo un país como éste», declaró entonces Paco de Lucía a los medios de comunicación.   

Una familia de confianza de Alain Pérez se encargaba de atenderlo en lo que pudiera necesitar, y desde el primer instante se sintió como en su casa… salvo, dicen, por las dificultades para conectarse a internet, que todavía eran muy limitadas en Cuba.

Por otro lado, el algecireño tuvo tiempo de disfrutar del lugar y acercarse a su música. Uno de los conciertos a los que pudo asistir, y que le impresionó vivamente, fue del popular grupo de salsa Los Van Van. Con su director, el legendario Juan Formell, llegó a hablarse incluso de una colaboración, que finalmente no pudo levarse a cabo.     

También sentía un enorme aprecio por el guitarrista y compositor cubano Leo Brouwer. A la periodista María del Carmen Mestas, que lo entrevistó en aquel tiempo, le declaró que “Cuba tiene un lugar muy preferente; amo a su gente, sus playas y su música. Soy un devoto admirador de Leo Brouwer, quien en el universo de la guitarra es un verdadero ídolo”.

En cuanto a Alain Pérez, recuerda que el maestro tuvo un detalle con él que no olvidará nunca. “Visitó mi pueblo, en Trinidad. Él no me lo dijo, pero dijo que quería ver dónde había yo nacido. Lo hizo todo de incógnito, nadie se enteró, y la mujer me mandó las fotos”.

Con todos estos elementos, Paco de Lucía, que ya era enormemente admirado en Cuba, se hizo en apenas unas semanas imprescindibles para los cubanos, hasta el punto de que ya se estaban promoviendo honores y distinciones para él en las más altas esferas. Entonces llegó el jarro de agua fría de la noticia de su muerte.

Las reacciones entre quienes lo trataron no se hicieron esperar. Leo Brouwer ni siquiera pudo atender a la prensa, estaba destrozado por la pérdida de un amigo de muchos años y un colega al que le unía una profunda admiración mutua. Formell y Los Van Van también estaban impactados. Y Silvio Rodríguez, el cantautor más conocido de Cuba, escribió en su blog unas palabras conmovedoras: “Este febrero, este comienzo de año predominan tristezas. Ahora Paco, a quien conocí en 1977 en casa de Félix Grande. Precisamente de la ausencia de Félix hablábamos la última vez. Es muy extraña la vida. O debe ser que a veces lo parece. El cielo debe estar de fiesta”.

Tomado de Campo de Gibraltar Siglo XXI

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