Todavía resuenan los ecos de la gran noticia del martes 5 de diciembre del 2023, sobre la inclusión del bolero cubano en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Los primeros géneros musicales en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial fueron el jazz, el tango y otras músicas de Latinoamérica. Era algo inconcebible que el bolero, representante de la cancionística del continente, no se encontrara en esa lista. Todos saben que muchas de las parejas se unieron a consecuencia de los boleros, esas canciones permitían en los bailes seleccionar una pareja, aunque nunca se hubieran visto antes.
Yo pienso que se debió a la mucha cantidad de ritmos que posee Cuba y, en principio, no se decidían a cuáles seleccionar.
Como se ha dicho por los diversos compositores, cantantes y trabajadores de la música y en especial por César Portillo de la Luz, el “bolero es la crónica sentimental de las parejas de América Latina”.
SOCIOLOGÍA
Curts Sach escribió que el bolero redescubrió el cuerpo, fue una estrategia sin igual. Las parejas nunca pierden su contacto, se trata de una música de comunicación.
Todos coincidimos en que el bolero nació para el esparcimiento y la recreación, para el gozo y la conquista, para la serenata bohemia y el baile. Pero, el investigador Mario Arturo Ramos, adiciona que “también puede ser considerado como objeto de estudio porque nos remite a una serie de prácticas sociales, a la tradición, los valores y las representaciones que una sociedad hace”1.
Por otra parte, el investigador Rafael Castillo Zapata escribió un libro titulado Fenomenología del bolero, uno de los clásicos del género, a juzgar por la mención que hacen Radamés Giro y Leonardo Acosta de este libro que traza un cuadro general del género del bolero.
En el bolero está registradas, a lo largo de sus voluminosos despliegues discursivos, todas las instancias vividas o vivibles, imaginadas o imaginables por el enamorado hispanoamericano en su itinerario amoroso. Catálogo exhaustivo, el bolero ha tipificado todas esas instancias mediante desarrollos emblemáticos que yo he bautizado –con nombre preparado- como figuras, ya que actúan al mismo tiempo como formulas retoricas y como esquemas coreográficos de actuación y representación simbólica de la experiencia amorosa. De lo que trato de hacer ver es que el bolero proporciona a quien lo escucha, a quien aprende a servirse de él como lengua natural del amor, el inapreciable privilegio de vivir aperturas amorosas más reconfortado, menos solo, menos desamparado, menos a la deriva, y hasta, si se quiere, menos desprovisto de confort”2.
Recuerdo que, en mis días de juventud (década 1950-1960), todo se movía al ritmo del bolero: todo era bolero en nuestras vidas. Investigadores como Helio Orovio cuando quería describir algo decía: “Déjame contemplar este bolero”.
Cuando bailábamos al compás de las canciones de Armando Manzanero o José Feliciano, en las Fiestas de Quince donde asistían los “pepillos”, enamorábamos a las muchachas con letras de bolero, los compositores y cantantes eran nuestros aliados, y, en aquellos momentos, acompañábamos en hondo coloquio, a los boleristas que entonaban sus canciones. Nosotros nos sentíamos coautores de lo que ellos hacían.
Los bolerones estaban hechos a la medida, eran concebidos por verdaderos poetas o inspirados compositores, como dicen los malos locutores.
Cuántas veces nos salvaron los bolerones cantados por José Tejedor, Ñico Membiela, Roberto Faz, Fernando Álvarez, Orlando Contreras, Lino Borges, Pepe Olmo con la orquesta Aragón, en medio de un salón, donde éramos como los dueños de la pista. Eran días de vinos y rosas, gracias al bolero; podía estarse acabando el mundo, el mundo de nosotros era pequeño como un ladrillito del salón. Sobre todo, aquellos que no sabían bailar “casino”, la única oportunidad que teníamos eran la hora del bolero.
El tiempo del bolero otorgó la oportunidad y la licencia social, de públicamente facilitar el abrazo estrecho, intenso, rítmico y mutuo.
El colombiano –“enfermo“ al bolero– César Pagano, explica muy bien la manera en que las parejas se adueñaron de las sociedades:
El bolero –esa caravana de la cortesía sentimental, como afirma Carlos Fuentes–, tiene la ventaja de tener una coreografía de pareja, que pueda arrimarse hasta la asfixia consentida, aun bajo la mirada severa de padres y autoridades. El bolero unía a los cuerpos a todas las alturas, porque mientras musitaba en el oído de la bella: “Dios dice que la gloria está en el cielo” o “Los aretes que la faltan a la luna”.
Ni el bambuco, ni el pasillo ni los otros aires nacionales tenían esa ventaja inmensa para los sexos que era mejilla con mejilla, pecho con pecho y pubis con pubis. Los boleros se podían bailar apasionadamente y serenamente hasta el amanecer. Por eso mismo el bolero demanda para complementar la atmósfera especial que crea, cómplices colosales que le prestan su concurso: la noche, el mar, la luna, la soledad, el firmamento 3.
La palabra tiene un protagonismo muy importante en el bolero, las letras amables y directas, melodía incluida. El ensayista José Balza dejó para la historia estas palabras.
Toda persona que habla del amor lo hace con letra de bolero. Hay palabras precisas para decirnos a nosotros mismos que el encuentro con determinado ser está indicando una diferencia. El amor en las tierras del Caribe y, por extensión, en casi toda América Latina, habla en bolero. Puede haber canciones inolvidables por su melodía o por sus frases. En el bolero ambas cosas están fusionadas tan profundamente, que ningún oyente verdadero podría separar una de otra. Ritmo melodía, sentido, claves del asunto. Claves que también proceden de las palabras y la manera como se dicen las cosas del amor entre nosotros 4.
“El bolero es un monumento al amor” (Roberto Fernández Retamar).
“El bolero es la crónica sentimental“ (César Portillo de la Luz).
“El bolero es como un personaje de ficción alrededor del cual se crea toda una trama y se inventa una biografía con visos de credibilidad. El pueblo es el juez soberano de los boleros que ama” (Leonardo Acosta).
“El bolero es algo que no tiene explicación y lo trasciende todo” (Lisandro Otero).
“El bolero es un género que se baila vertical, pero deseando que termine horizontal” (Daniel Sampero Pizano).
“El bolero es el desafile de la caravana sentimental” (Carlos Fuentes).
“El bolero es la vida misma, fíjate tú que, para conquistar una mujer, a veces no hacen falta palabras, ponle un bolero y tú verás…”. (Fernando Álvarez, palabras dicha a Humberto Márquez).
Hablar de música sin hablar de boleros es como hablar de nada” (Gabriel García Márquez).
“El bolero nació sin pretensiones con letrillas disparatadas; pero desde sus inicios resultó un fenómeno socio-musical revolucionario, un canon poético musical, una verdadera proeza musical” (Gabriel García Márquez).
“El bolero es la palabra metafísica que significa más de una cosa a la vez” (Guillermo Cabrera Infante).
“La mejor manera de decirle “te quiero” a una mujer es con un bolero” (Marco Antonio Muñiz).
NOTAS:
1-Rafael Castillo Zapata, Fenomenología del bolero, Caracas, Monte Ávila, Editores C.A., 1990
2-César Pagano, “El bolero en Colombia, un viejo amor”, (Ponencia junio 1989, Coloquio Internacional de Boleros de Oro, en Nosotros el bolero, Selección de Alicia Valdés, Letras Cubanas, La Habana 2000, p. 67.
3-José Balza, “¿Me estás oyendo inútil?”, Venezuela. 4-José Francisco García Marcano, “Erotismo y bolero”, (Ponencia de 1992 en el VI Coloquio Internacional de Boleros de Oro, La Habana, en Nosotros y el bolero, Ob Cit.