Cuando el sol entró a una casita habanera

flores a marti

Algo inusual debió ocurrir aquella mañana. La gente iba y venía con abrigos, porque en la temporada suele haber mínimas considerables en La Habana.

Pero el sol dio su mejor nota y brilló con más fuerza.

Entre la algarabía normal de los vecinos, los pregones, la potente sirena del barco que arriba al puerto, se desata el alboroto en el número 41 de la calle Paula.

Don Mariano ha hecho un trillo con sus pasos en la minúscula vivienda. Y no es para menos.

Las mujeres corren como hormigas locas para que no falle nada. Aquella otra no parece sufrir con el dolor, su rostro tiene la paz de siempre.

Y de pronto, se detiene todo. El llanto esperado anuncia al primogénito. Doña Leonor sonríe tras la primera de sus ocho batallas similares a esta. Ha nacido Pepe, ella lo acaricia, lo besa, lo revisa.

El padre se siente reconfortado. Es un varón y lo ayudará a ganar lo necesario para vivir la familia con honradez. Como debe ser. Quisiera que fuera militar, como él. Eso da poder, carácter, seguridad.

La alegría de la casita es enorme. Don Mariano también toma en brazos con mucho cuidado al bebé y parece hablarle. Lo mira como pidiéndole que crezca a prisa, ¡él lo necesita tanto!

Alguien llama desde la calle y pregunta. La partera se asoma para avisar que ha nacido José Julián Martí y Pérez.