La voz de la nostalgia: vida y leyenda de Ñico Membiela

Ñico Membiela

El 3 de diciembre de 1913 nació en el pequeño poblado de Zulueta (en la antigua provincia cubana de Las Villas, actual Villa Clara) el hombre que llegaría a ser conocido como Ñico Membiela — una de las voces más profundas, sentidas y evocadoras del bolero hispanoamericano. 

Desde muy joven mostró su inclinación por la música: en su adolescencia aprendió a tocar la guitarra, y con apenas dieciséis años comenzó a cantar como trovador en los pueblos de Sagua la Grande, Cienfuegos y Santa Clara.

A pesar de su timidez e incluso de haber padecido tartamudez en la infancia —lo cual, según algunos musicólogos, terminó marcando ese acento melancólico e inconfundible en su voz— Ñico persistió, recorriendo calles y barrios, regalando serenatas y cultivando una ternura sonora que lo distinguiría para siempre. 

Con su familia establecida en Cienfuegos, Ñico continuó su aprendizaje musical y poco a poco fue ganando experiencia. En 1942 se mudó a La Habana y comenzó a cantar en la radio (en emisoras como Radio Salas) y en cabarés, alternando con actuaciones nocturnas para abrirse paso en un medio competitivo. 

A inicios de los años cincuenta grabó sus primeras canciones con el sello discográfico PANART. Pero su destino cambió para siempre en 1954 cuando se unió a la orquesta de Cheo Belén Puig, y poco después, en 1960, cuando grabó el doble bolero “Contigo – Besos Salvajes”, una obra que combinaba dos melodías con tal sensibilidad que al oído parecían una sola canción. Aquel disco le catapultó al estrellato, convirtiéndolo en uno de los boleristas más queridos por su público. 

Su voz íntima, a veces frágil, a veces llena de nostalgia, pero siempre honda, lo llevó a figurar entre los grandes intérpretes del bolero junto a otras figuras emblemáticas de su época. Su repertorio incluía temas que hoy son clásicos, por ejemplo, “Boxeo de Amor”, “Nosotros”, “En las tinieblas”, “Entre risas, copas y discos”. 

Más tarde se radicó en México y luego en Estados Unidos, donde siguió su carrera artística en clubes y cabarés, mientras su voz seguía conmoviendo a quienes lo escuchaban. 

Aunque su vida tuvo momentos difíciles, su legado musical permanece intacto. Ñico Membiela falleció el 13 de julio de 1998, pero su voz sigue viva en el recuerdo de quienes aman el bolero. 

Hoy, cuando alguien escucha con atención “Contigo – Besos Salvajes” o “Boxeo de Amor”, es como si por un instante volvieran a sonar las calles de Zulueta, el eco de su guitarra en Cienfuegos y el humo bohemio de los cabarés habaneros. Son notas que, aunque a veces llenas de melancolía, encienden el alma y recuerdan que, en la voz de Ñico, convivían la ternura, la nostalgia y ese dolor hermoso que sólo el bolero sabe cantar.

Foto: Tomada de Ecured

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