¡Un triunfo para el alma cubana!

Septeto Santiaguero

Celebramos con inmensa alegría y orgullo sano, la declaración de la práctica del son cubano como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. 

Que esta música deje de ser solo un tesoro nacional para devenir patrimonio vivo de toda la humanidad es un reconocimiento justo, profundo y también emotivo. Su inscripción en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial consolida su estatus: el son no es solo un género musical, es parte de la identidad cubana, un puente que une pasado y presente, generaciones, raíces africanas e hispánicas, campos y ciudades, islas y el mundo.

El son nació en la región oriental de Cuba, a finales del siglo XIX en Santiago de Cuba, Guantánamo y Baracoa, entre otras ciudades, como síntesis sonora de herencias africanas y españolas. Su estructura musical, su clave rítmica, su fusión de guitarra, tres, bongó, maracas, su canto coral, su fuerza danzaria, cristalizan siglos de historia. 

Con los sextetos, septetos y conjuntos que se formaron a principios y mediados del siglo XX, el género sonoro comenzó a recorrer la Isla —de las montañas al llano—, llegó a La Habana y conquistó barrios, plazas, radios; y finalmente, al mundo.  De ahí brotaron subgéneros como el son montuno, desarrollado en los años 40 por Arsenio Rodríguez, y con ello se pavimentó el camino para estilos posteriores como la salsa, el songo o la timba. 

Pero más allá de la evolución estilística, el género sigue latiendo como expresión viva de comunidades enteras, de alegría compartida, de baile, ternura, nostalgia y orgullo. Hoy ese latido tiene el sello universal de la UNESCO.

No podemos evocar al son sin recordar a sus portadores, los que lo hicieron vibrar con guitarra, voz, tres, trompeta, bongó o claves, entre ellos: Miguel Matamoros, fundador del legendario Trío Matamoros, cuyas armonías y estilos definieron la trova-son cubana; su música se escuchó en América y Europa tras su éxito internacional en 1928. 

Asimismo, hay que destacar los aportes de Ignacio Piñeiro y su emblemática Septeto Nacional, con quienes el son se expandió con fuerza, popularizando ritmos, letras y sonidos que serían base de generaciones. 

Más recientemente ha sido fundamental el trabajo del proyecto Buena Vista Social Club, nombres como Ibrahim Ferrer, Compay Segundo, Omara Portuondo, Eliades Ochoa, Rubén González, entre muchos otros, llevaron el son a escenarios globales, despertando admiración mundial y renovando su vitalidad. 

Cada guitarrista, tresero, sonero, trovador, bailador y cada comunidad que ha mantenido viva la tradición son testimonios de que el son no es nostalgia: es continuidad, vida, memoria, identidad.

No se reconoce solo una música, una canción, un ritmo, sino una forma de ser, una historia colectiva, una cultura que ha resistido siglos de colonialismo, esclavitud, migraciones, transformaciones sociales. El son fue, es y será refugio, fiesta, consuelo, orgullo. Que la UNESCO lo reconozca es, en cierto modo, proclamar al mundo: “Esto es Cuba”.

Celebrar esta declaratoria es, sobre todo, celebrar al pueblo cubano, sus tradiciones, su alegría, su memoria, su fuerza. Festejemos con música, baile, recuerdos y esperanza: que este reconocimiento traiga más reconocimiento, más difusión, más respeto, más estudio, y sobre todo, más son.

Foto: Septeto Santiaguero. Tomada de internet

Autor