Si volviera a nacer, elegiría nuevamente el tres

Yarima Blanco

Yarima Blanco, pionera en la inclusión de las mujeres en el mundo del tres cubano, compartió en el marco del evento teórico del Festival Eyeife Woman, una conmovedora historia marcada por la pasión, el esfuerzo, la superación de las dificultades y la resiliencia ante los obstáculos. Su relato es un testimonio del cambio que vive la música cubana y el papel protagónico que las treseras están asumiendo en ella. 

La directora de Son Latino representa a la primera generación de mujeres egresada de ese instrumento en el Sistema de Enseñanza Artística. Comenzó su camino musical en la década de los 90, en Bayamo, su ciudad natal, donde estudió guitarra. Sin embargo, su vida dio un giro inesperado cuando Efraín Amador, reconocido músico y pedagogo, impulsó la inclusión del tres en las escuelas de arte. 

Aunque nunca había tocado ese instrumento —solo lo conocía por verlo en el programa de televisión Palmas y Cañas—, una amiga le sugirió probar suerte y presentarse a los exámenes de aptitud en la Escuela Nacional de Arte (ENA). “Tenía miedo de que me dijeran guajira, siendo yo bayamesa y viviendo en Oriente”, ríe. Y luego agrega: “El primer tres que llegó a mis manos fue nada menos que el del obispo de la iglesia de Bayamo”. Ese hecho marcó un antes y un después: “Fue como si Dios me lo hubiera puesto en las manos para cambiar mi vida”. 

 Recuerda que el año 2000 estuvo en un festival que se hizo en San José, Costa Rica, dedicado a la mujer y protagonizado solamente por féminas que tocaban tres y guitarras. 

Amor a primera vista 

Desde el primer momento, Yarima sintió una conexión única con el tres. “Es un instrumento que requiere de fuerza, energía y se presta mucho a la improvisación”, explica. Para ella, tocarlo fue como encontrar su verdadera vocación. 

 A pesar de sus prejuicios iniciales, logra ingresar a la ENA y, más tarde, al Instituto Superior de Arte (ISA): “Cuando estudié el tres fue como el encuentro de dos almas que se reconocen: nací para esto, que era lo mío”. 

 Por casualidades del destino, se convirtió en la primera mujer graduada en esa especialidad en el ISA. “Ha sido una vida maravillosa. Si volviera a nacer, elegiría nuevamente el tres. Es un instrumento que me ha ayudado a aceptarme como mujer, con mi carácter y con mi manera de pensar”, afirma con orgullo. 

 Rompiendo barreras en un mundo dominado por hombre
 
La carrera de Yarima no ha estado exenta de desafíos. En una ocasión, al buscar trabajo con un grupo musical en La Habana Vieja, fue rechazada, inicialmente, por ser mujer. “Cuando llegué me dijeron: ‘Estamos buscando un hombre’. Fue devastador”, confiesa. Sin embargo, insistió en demostrar su talento y logró ser aceptada tras una audición. Hace énfasis en la importancia de no rendirse ante los obstáculos: “Hay que tener claro lo que se quiere lograr y no dejarse vencer por las puertas cerradas”.

 Para Yarima, la formación técnica resulta fundamental para explorar nuevos horizontes musicales. “Gracias a la escuela podemos hacer un concierto de música de cámara, trabajar en un cuarteto, un quinteto, tocar con un grupo de pop, hacer reggaetón y hasta reparto, porque la técnica, obviamente, es lo que hace la diferencia con respecto a las limitaciones de un intérprete que solo puede tocar changüí, nengón y kiribá”, señala. Esta versatilidad ha permitido que instrumentistas como ella sean reconocidas incluso en entornos dominados por hombres.  

A pesar del avance logrado en la música cubana, Yarima reconoce que aún persisten estereotipos sexistas, por parte de hombres que consideran a las mujeres como malas treseras. En varias ocasiones ha enfrentado dudas sobre su capacidad y desempeño profesional. “Cuando llego a grabar en un Estudio, rodeada de hombres, excelentes músicos, siempre hay quien duda si puedo hacerlo bien”. 

Sin embargo, estas experiencias han fortalecido su carácter y reafirmado su compromiso con su arte. “Somos incansables las mujeres. Por qué tenemos que estar, todo el tiempo, demostrando algo. Si la vida es para disfrutarla y pasarla bien con lo que a una le gusta y lo que una ama”, se pregunta Yarima. 

 La experiencia con Anacaona 

 En 2006, comenzó a formar parte de la orquesta femenina Anacaona, donde trabajó durante diez años. Ese grupo fue crucial para su posterior desarrollo profesional: “Fue un periodo de mucho aprendizaje: me ayudó a ver el tres de una manera diferente. Aprendí cosas que no se enseñan en la escuela como: la preparación escénica, a reír y el verdadero propósito de los estudios”. 

Después de haber recorrido diferentes agrupaciones, Yarima sintió el llamado de sus raíces campesinas y decidió incursionar en la música tradicional cubana, donde el tres tiene un protagonismo indiscutible. Así nació su proyecto personal, Son Latino, dedicado a visibilizar a las mujeres intérpretes del tres. 

Mujeres imparables 

 Se siente feliz de ver cómo las nuevas generaciones están transformando la percepción del tres. “Me llena de orgullo ver a tantas jóvenes estudiando este instrumento y que el tres esté trascendiendo más allá del muro del Malecón”, sonríe. 
 
Confía en que su instrumento seguirá ocupando un lugar destacado en la música cubana. Hoy es común ver a treseras tocando en La Habana Vieja o integrándose a agrupaciones emblemáticas como el Conjunto Arsenio Rodríguez. “Los tiempos están cambiando, y hay que aprovechar este momento histórico”, concluye emocionada. 

La historia de Yarima constituye un ejemplo para otras treseras que buscan abrirse camino en un campo tradicionalmente dominado por hombres. Es una muestra del poder transformador del arte y del papel crucial que desempeñan las féminas a la hora de redefinir tradiciones patriarcales.

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