Cantar toda la cubanía, la más enraizada en los barrios, calles, solares y hacerla culta en su voz única en los principales escenarios del mundo, este y no otro es el sello que nos dejó nuestra Rita Montaner.
Su nacimiento el 20 de agosto de 1900 en la villa de Guanabacoa, colmada de las mayores tradiciones criollas, ser autentica mulata hija de blanco y parda, le dieron una audacia característica, así como la fuerza necesaria para impulsar desde su voz el talento y la gracia que la acompañaron en su breve y fecunda existencia.
Fue la primera mujer que surcó el éter de la radio cubana al nacer aquella emisora del mambí Luis Casas Romero. Él sabía porque.
Ninguna otra ha representado mejor que Rita nuestra idiosincrasia.
Tenía 22 años y ya los más ilustres autores musicales componían piezas para su inigualable voz. Aunque desde los 17 fue premio de oro en canto, piano y armonía, nada le inspiró como interpretar el sentir de su pueblo.
No aceptó que la trataran como la niña precoz que fue, hecha para el bel canto y bien educada con todo el rigor de la época, que conoció en ella una suerte de diablillo que podía aprender idiomas, bordado, repostería, dibujo, música clásica y combinaba con los toques de tambor en las fiestas de las congas, y el ritmo y colorido de las comparsas de su natal Guanabacoa.
El tango congo «¡Ay! mama Inés», de Eliseo Grenet, «El manisero», de Moisés Simons, entre muchos otros, conocieron de la simpar vocalista que obtendría roles en zarzuelas, operetas, comedias musicales para el cine y la televisión naciente.
Compartió escenarios junto a figuras internacionales en Argentina, México, Venezuela, Francia, Estados Unidos y en Cuba en el cabaret Tropicana, los teatros Martí y Payret, entre otros, a los que siempre volvía porque esta fue su patria querida.
Dominante y muy disciplinada, estremecía con su temperamento y obtuvo el amor de su pueblo hasta el final de su vida, la cual consagró a darle color natural a nuestra cubanía a través de su extraordinaria voz.
Ni la peor enfermedad pudo arrancar sus mayores registros. Como dijera uno de los grandes músicos cubanos de aquella etapa: “todos los compositores de entonces le debían uno de sus éxitos”.