Rita de Cuba

Rita Montaner

                                     Rita sacude su rebelión contra el tedio,

                                         contra la nada

                                         Rita Aurelia Montaner y Facenda

                                         se cubre de velámenes y sale de nuevo

                                         a afinar su flauta de madera

                                         sobre la raza viva de su pueblo.

Con este fragmento de “Clave por Rita Montaner” escrito por Miguel Barnet rendimos homenaje a esa gran figura, a la que no por gusto llamaron La única.

La escritora cubana Fina García Marruz dice que no incluiría a Rita Montaner entre nuestras voces, sino entre las risas cubanas: «Porque Rita tenía la voz mejor, toda en la risa, risa que no era ya, como en otra más o menos seguidora de más y menos tierra, volcán del cuerpo que echa afuera, a sacudidas rotas, las entrañas vaciadas, sino risa que se atrevía más allá de la sonrisa, sabiduría del alma, solo para hacerla participar de los goces de lo inmediato y calentarlo con su sol humano, risa entre carnal de mediadora, lisa y brillante peonía de gracia».

Tal vez por esas cualidades, César Portillo de la Luz habló de la risa en la primera estrofa de su canción dedicada a la única. “Cantaste y el mundo contigo cantó, reíste y el mundo contigo río, ¡no vayas a llorar, Rita Montaner”.

Según el poeta y crítico cubano, el tiempo no ha sido amable con la figura de Rita Montaner.

Ella poseía unas posibilidades vocales extraordinarias, para dedicarse a lo que quisiera.  Pero no cambiaba “Quirino con su tres” por una sonata de Beetoven. Ella podía cantar desde una voz de contralto hasta una de soprano ligera. Tenía tres octavas con gran facilidad.

El músico Gilberto Valdés consideró: «Le encantaba el aplauso, le encantaba el público y al mismo tiempo, le tenía pánico. Rita temblaba en todos los momentos de una actuación, era muy consagrada pero le horrorizaba exhibirse».

Categórico afirmó: «De todas las cantantes cubanas que hicieron la mulata en los teatros ninguna tuvo las cualidades histriónicas ni artísticas de Rita Montaner, ni la potencia en la voz. Rita era un fenómeno como Benny. Son gente que nacen para sobresalir. Que aparezca un Benny o una Rita va a dar mucho trabajo».

                                     Rita Aurelia

                                         transparente, insomne

                                         golpeando

                                         inaugurando

                                         la eternidad

                                         lo imposible.

Rita era hija del doctor Domingo Montaner. Él le dio una educación esmerada La puso a aprender idiomas: francés, italiano, inglés.  También hizo que le dieran lecciones de piano.  Después la casó con un hombre de honor, Alberto Fernández.  Pero la Única no quería limitarse a ese destino.

Gonzalo Roig recordaba: «Si  Joséphine Baker  fue la sensación en Francia, Rita Montaner lo hubiera sido triple, por la calidad de su arte, por la figura de mujer, por su belleza exótica. Entonces nosotros no la hubiéramos podido gozar».

Rita Montaner tenía luces y sombras. Una de estas, su carácter.  “Llegó un momento en que se hizo intratable” decía Gonzalo Roig. La perdieron un grupo de amigas y amigos que llamaron genialidades a sus exabruptos. “Yo hago lo que me da la gana” decía      la Única, tal vez con conciencia de su epíteto.

Vivió con cierta reserva en la sociedad. Logró instalarse, no en la aristocracia, pero sí en una capa social media. No obstante, repudiaba a quienes repudiaron a su madre. Tenía niñeras del color de su progenitora.

El teatro le dio la oportunidad de evadir esa traba. Ella siempre fue una rebelde. Hubiera podido destacar en la música de concierto pero no quiso. Lo dice Miguel Barnet: “La canción, sencilla, nacional vuela y canta, Rita colérica golpea el paño de la noche con una mano de fuego”.

Pocos días antes de la muerte de Rita, Gonzalo Roig fue a verla. Ella no podía hablar, debía escribirlo todo en una pizarrita y puso: “Estoy arrepentida de todo lo que he hecho. El autor de “Quiéreme mucho” evocaba: «Rita había tenido una trayectoria tan zigzagueante que sería cuestión de ir escribiendo en un diario las distintas épocas y las distintas facetas de su personalidad. Ella merecía un estudio sobre su personalidad, porque es tan disímil en periodos tan estrechos. Llevaba ella no sé cuántos cabildos metidos en el cuerpo. Lo que sí le puedo decir es que Cuba aun no sabe quién es Rita Montaner».

El periodista Ramón Fajardo tiene un libro muy completo sobre Rita Montaner. Cuenta él que le costó mucho trabajo aprender a escucharla a través de estas grabaciones de los años veinte, treinta, cuarenta. ¿Con esa voz se podía ser un mito?, se preguntaba hasta comprender a las grabaciones sólo como un punto de referencia.

“Hay muchas Ritas al cantar y esa versatilidad la hizo grandiosa” afirma Fajardo quien no se considera un devoto de la Única pues los devotos hubieran omitido juicios que él incluyó. El periodista no se considera fan de Rita Montaner porque no la trató pero sí quiso darle a su figura el respeto que merece como presencia fundamental del arte cubano:

«Fue un caso especial, irrepetible, porque este país ha tenido también cantantes excelentes pero lo que hizo Rita fue tan bien estudiado y tan bien creado que es un caso único.  Cuba perdió a una gran cantante de ópera pero ganó una formidable intérprete popular».

                                     Rita vigila en la cúpula del tamarindo,

                                         Rita se sobresalía frente a un horizonte de piedra,

                                         Rita escapa de la lechuza y el amaranto,

                                         Rita se hunde, lenta, desperezada

                                         en las márgenes del Almendares.

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