Para Perucho Figueredo, nacido en la ciudad de Bayamo el 29 de julio de 1819, nunca hubo mayor riqueza que la emanada de la espiritualidad, y las convicciones patrióticas. Ocupó el bando de los que aman y fundan, de los que deslumbran por su talento y seducen con su hidalguía; de los que alzan el decoro dormido en los pechos de los hombres.
Elegante y rebelde, ambas particularidades le ganaron el sobrenombre de “gallito bayamés”. Su posición social no representó límite para entregarse a la causa revolucionaria y en cada proceder puso en práctica las enseñanzas del revolucionario cubano José Antonio Saco, quien fue su maestro.
Como la mayoría de los hombres acaudalados de la época estudió Derecho, sin embargo, tiempo después de ejercer renunció a su profesión desalentado por las circunstancias políticas del momento y las constantes injusticias sociales.
Con el decoro como paladín y la equidad de estandarte Perucho Figueredo determinó reorientar su vida hacia el canto y al estudio de la música y la literatura en general dada sus vocaciones artísticas.
Ilustre redentor que lo cambió todo por tener Patria, se caracterizó por ser portador de un pensamiento y un alma ardiente donde su esposa y su Cuba ocuparon un lugar privilegiado.
De carácter íntegro y desinteresado, nunca aprobó las injusticias que cometían los mayorales de otras haciendas, aún cuando en ocasiones recibió críticas de otros hacendados de la zona.
Cubano de la mayor estirpe revolucionaria es una de las figuras más brillantes de las guerras independentistas cubanas. Sus actividades políticas le hicieron centro de atención de las autoridades españolas al punto de trasladarse a La Habana para evitar una posible detención.
Su disposición a liberar la nación del coloniaje español y a buscar un canto que enalteciera la identidad de los cubanos y su espíritu revolucionario lo motivaron a crear la letra y música de La Bayamesa, conocido también como Himno Nacional cubano.
Tras el incendio de la ciudad de Bayamo, Perucho se refugió en el monte a sabiendas de las difíciles condiciones que enfrentaría, pero el compromiso con la Patria y con sus ideas emancipadoras fueron más fuertes que cualquier indecisión.
En la manigua enfermaron sus pies, y sin poder escapar del enemigo ante un repentino ataque al campamento donde estaba como consecuencia de una delación fue capturado y trasladado a la cárcel de Santiago de Cuba y condenado a muerte por un tribunal militar.
Ni la resolución española de ser pasado por las armas, ni el estado de salud lastimoso hicieron a Perucho Figueredo claudicar de sus ideas y el 17 de agosto de 1870, fue fusilado.
Enfrentó la muerte como un digno revolucionario, pues como el mismo dice en las notas del Himno Nacional, que además fueron sus últimas palabras ante el paredón: “Morir por la Patria es Vivir”.
A más de dos centurias de su nacimiento la Patria contempla orgullosa a Perucho Figueredo y los cubanos abrazamos la melodía creada por el bayamés, que desde entonces marca los momentos gloriosos y tristes de la mayor de las Antillas.
El siguiente video recrea la imagen de la partitura más antigua que se conoce sobre el actual Himno Nacional de Cuba: