Pérez Prado, con Cuba en las venas

Damaso Pérez Prado

El 14 de septiembre de 1989 fallecía en Ciudad de México uno de los íconos de la música cubana: Dámaso Pérez Prado. Su obra, su vida e incluso su muerte tienen mucho que ver con ese país en el que supo, como pocos en su época, ser un referente, al igual que lo fue en el nuestro.

Pérez Prado asume desde muy joven que se dedicaría a la música y comienza estudiando piano –algunos datos apuntan a Rafael Somavilla como su primer profesor–, y aunque sí consta que recibió clases de piano clásico, sería la vertiente popular de este instrumento la que le daría sustento autoral y económico, durante muchos años, al joven matancero.

En los derroteros de la música cubana es considerado el renovador del mambo y su figura central, al ser su talento y sus certeros aportes los que internacionalizaron el ritmo. Parte de esa experiencia proviene de sus años con grandes agrupaciones como la Orquesta Cubaney, la Sonora Matancera, la Orquesta de Paulina Álvarez y la Casino de la Playa, en todas como pianista y orquestador de muchos temas.

El mambo surge en 1938, cuando los hermanos Israel y Orestes López componen ”Danzón de nuevo ritmo”, pieza que se caracterizó por acelerar el danzón e introducir una síncopa en la percusión, novedad musical que el flautista Antonio Arcaño utilizaría para nombrar a una determinada sección del danzón y, semanas después, los mismos hermanos crearían otro, llamado MamboEl mambo surge en 1938, cuando los hermanos Israel y Orestes López componen ”Danzón de nuevo ritmo”, pieza que se caracterizó por acelerar el danzón e introducir una síncopa en la percusión, novedad musical que el flautista Antonio Arcaño utilizaría para nombrar a una determinada sección del danzón y, semanas después, los mismos hermanos crearían otro, llamado ”Mambo”, acuñando así el nombre del incipiente género.

, acuñando así el nombre del incipiente género.

Pero, innegablemente, el aporte definitivo lo gestaría Pérez Prado, cuando introduce de manera magistral al son, género muy de moda en aquellos años y, por suerte, de atractivo sonoro hoy día. En palabras del propio Israel López, más conocido como Cachao, dijo que, de no haber sido por Pérez Prado, «no se hubiera escuchado el mambo mundialmente».

De esa manera, el artista comenzaría una gran producción de obras bajo el nuevo ritmo, con nuevas cadencias y atractivos aportes en los que se destacaba su matriz bailable, y en un momento serían tantas, que solo les pondría números consecutivos (”Mambo Nº 4, 5…”) aunque no podemos dejar de mencionar obras suyas como ”Mambo en Sax”, ”Silbando mambo” y ”Mambo de París.

A partir de su estancia en México, donde colabora con Benny Moré y otros artistas, puede verse que el género tendría mayor influencia de las jazz bands norteamericanas, cuando Pérez Prado adiciona en su orquesta cinco trompetas, cinco saxofones, contrabajo y batería, pero la enriquece con maracas, cencerro, bongó y tumbadoras.

Lo más llamativo del músico, y que sería su sello personal –conservado y reutilizado en la música cubana por grandes como José Luis Cortés, El Tosco y muchos otros– fue su expresión gutural sin precedentes, símbolo de autenticidad y cubanía.

Recordar su legado, referenciar sus aportes y mantener su obra dentro del entorno sonoro contemporáneo, seguirá siendo una obligada tarea para todos nosotros.

Fuente: Granma

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