“La mujer es una Revolución dentro de la Revolución“.
Fidel Castro
Esta afirmación del líder histórico de la Revolución es una de la mayor contundencia ideológica y perdurabilidad, entre los muchos y valiosos enunciados por el héroe del Moncada, del Granma, de la Sierra Maestra y de las batallas por la edificación de una sociedad que privilegia el precepto martiano de que la ley primera de la República sea el culto a la dignidad plena del ser humano.
Fidel fue el máximo impulsor del bregar por erradicar los rescoldos del machismo, herencia del pasado que aún mantiene algunas brasas encendidas, esbozadas en las cenizas de la vieja sociedad y que aún faltan apagar.
La escena musical cubana en el primer tercio del siglo actual es un campo en el cual localizamos algunas manquedades en el accionar y pensar en torno a la igualdad entre individuos de sexos diferentes.
Resulta poco menos que imposible –porque la indiscutible realidad no licita decir lo contrario– que desde el triunfo del primero de enero de 1959 se han sucedido avances considerables en el empoderamiento de la mujer en la sociedad.
Los proyectos sociales que benefician a la mujer le han atenuado el derecho a libertades individuales –que en suma devienen colectivas– tales como el pensar y decidir por sí mismas, el votar y ser elegidas, de estudiar y escoger su profesión y ejercerla, empleos que antaño estaban reservados exclusivamente al sexo masculino con igual remuneración salarial; en fin, le ha brindado plataformas para su participación activa en la construcción de la sociedad socialista, en muchas de las cuales interviene directamente.
Para Fidel, la mujer tenía que ser beneficiaria de la Revolución pero también, y sobre todo, protagonista activa en la construcción de una sociedad justa y equitativa, convencido de que la igualdad de género no sólo era una cuestión de justicia sino también una necesidad para el desarrollo pleno de la sociedad socialista.
Al margen de lo antedicho, y a contrapelo de los deseos y realizaciones revolucionarias, no ha sido posible sacarse de las costumbres siglos de tradición machista que parece avivarse en los últimos tiempos con cambios operados en la fisionomía económica.
Los estereotipos de género constituye una de las más visible e irritante discriminación que sufre la mujer en la escena musical contemporánea.
Joaquín Borges-Triana, crítico, profesor, periodista e investigador musical, en su ensayo ¡Socorro, no soy subversivo! Coge tu flow a la aldea (Premio Alejo Carpentier, 2023), anotó con fina puntería algunos de estos males: “la vestimenta“, “los movimientos en escena“, “las letras de las melodías“, “las formas de cantar» , “los videoclips”, donde mayor es la exhibición de las formas esculturales de la mujer.
Lo citado son modelos usados y abusados por la publicidad comercial en estos tiempos de frenesí mercantil.
En los últimos años ha aumentado la presencia femenina en agrupaciones bailables, principalmente de timba que hasta hace poco era considerado un terreno apto solo para el llamado “sexo fuerte“.
Sin embargo, no conviene regocijarnos en demasía ante esa emergencia, pues convendría precisar si ella obedece a una expresión genuina de emancipación femenina de los códigos sexistas o una forma más de convertir a la mujer en mercancía.
La vida en esencia es policromática Ya lo dijo el poeta español Ramón de Campoamor (1817-1901) cuando escribió que “todo es según el color/del cristal con que se mira”.
Por ello no me aventuro a dar una respuesta tajante a la encrucijada planteada, aunque íntimamente creo que hay más de lo segundo que de lo primero, fundamentalmente en los casos en que las mujeres son exclusivamente coristas y no figuran como voz líder.
No quiero pecar de suspicaz, pero en respaldo a mi “sospecha”, recurro al hecho de la existencia de más voces masculinas en el concierto sonoro de la trova cubana contemporánea.
En medio de la sequía mediática que envuelve la obra de los trovadores, las féminas son las más perjudicadas.
Heidi Igualada resulta un caso casi excepcional con presentaciones más o menos habituales en los escenarios capitalinos.
¿Cuestión de moda? Tal vez ¿La imagen, proyección escénica o idiosincrasia de las trovadoras no se ajustan a los cánones de la publicidad, regida mayoritariamente por códigos masculinos? Probablemente.
En este y otros temas similares abunda la tela por donde cortar. Pero este no es lugar para escudriñar todos sus escondrijos.
La intención de estas líneas se limita a señalar una problemática que exige cabal dilucidación, en aras de perfeccionar nuestro modelo social y alcanzar una sociedad justa y equitativa “con todos y para el bien de todos“.
Foto: Tomada de Online Tours
