La pasión por el canto guarda en Cuba el nombre de la diva rusa que legó una escuela y su amor a esta Isla: Mariana de Gonitch.
Nació con el siglo veinte en el invierno de aquella nación europea y su afición artística la llevó a estudiar ballet y música desde muy temprano.
Primero en San Petersburgo y, luego, en Francia, recibió clases de afamados profesores hasta convertirse en una soprano profesional con depurada técnica.
Su debut en el Gran Teatro de la Ópera de París y en el Teatro de los Campos Elíseos la colocó en roles protagónicos de gran envergadura. Tenía 23 años de edad cuando inició una carrera internacional exitosa que arrancó aplausos a la crítica y al público en las principales salas de concierto y ópera del orbe.
En la fecunda carrera de Mariana de Gonitch sobresale ”La Margarita” de la obra Fausto, personaje que la inmortalizó junto al gran Fedor Chaliapin y más tarde hizo con otros destacados actores del bel canto mundial.
Su vocación humanista también la comprometió durante la juventud, al lado de sus compatriotas en la guerra y como voluntaria de la Cruz Roja Internacional.
Sin embargo, su obra mejor estaba por realizarse. Sería una pequeña nación caribeña la escogida para sentar cátedra y comenzar con cuarenta años una historia que los hijos de esta tierra siempre agradeceremos.
Mariana de Gonitch devino la creadora de una Academia Nacional de Canto y se quedó a vivir con el calor de la gente de este pueblo. Formó aquí a muchos de los grandes cantantes de nuestro país, como Alina Sánchez, Esther Valdés, Mario Travieso y Hugo Oslé.
Amiga y colaboradora de la Revolución, Fidel Castro contó con su virtuosismo e inteligencia como apoyo en diferentes proyectos culturales.
A la muerte de Mariana de Gonitch, a los 93 años de edad, su alumno Hugo Oslé continuó la obra formativa comenzada por ella y fundó una escuela con el nombre de la diva. El rigor de estos cursos honra la memoria de la mujer consagrada a fomentar el canto lírico en Cuba.
