El 14 de junio, azar aleccionador y justiciero de la historia, borra épocas y fronteras para hermanar a Antonio Maceo y Ernesto Che Guevara en el día de sus nacimientos, dos hombres que pusieron la fuerza extraordinaria de sus brazos y de su inteligencia en un mismo cauce.
Tal parece que no hubiera distancias entre el Santiago de Cuba de 1845 que vio nacer al mulato indómito y la argentina ciudad del Rosario de 1928 donde vio la luz el médico guerrillero, porque en ambos se resume la máxima expresión del ideario y la acción revolucionaria de sus tiempos.
Maceo y el Che no deben ser vistos ni honrados con la mística de seres excepcionales, sino como ejemplos completos de la Revolución Cubana en diferentes momentos de su historia. Ellos personificaron con su hacer, los valores más trascendentales de nuestro proceso libertario.
Si bien el Pacto del Zanjón significó la claudicación bochornosa de la burguesía terrateniente cubana ante el enemigo español, con la Protesta de Baraguá protagonizada por Antonio Maceo, guerrero de extracción humilde, se define el ascenso de las masas populares a la dirección revolucionaria de la guerra.
Hombres como Maceo y Martí, que integraron la dirección militar y política de la gesta del 95, mantuvieron la tesis de la insurrección armada como único camino posible para lograr la independencia absoluta de la Patria y ese es el legado que compartirán Fidel y el Che junto a otros revolucionarios, como protagonistas de la última etapa de la lucha por la emancipación.
En un momento histórico en el que aún el imperialismo no se había plasmado como fenómeno universal, el genio político de Maceo comprendió las intenciones estadounidenses y trató de evitar su acción.
La historia guarda su respuesta fulminante ante la insinuación de la posibilidad de anexar Cuba a los Estados Unidos: “Creo joven, aunque me parece imposible, que sería el único caso en que tal vez estaría yo al lado de los españoles”.
A pesar del antagonismo que como cubano sentía por la opresión española y que lo llevó a dar su vida, entendía más irreconciliable aún la dominación yanqui con los intereses de la patria.
Muchos años después la figura del Che enarbolaría criterios parecidos y acordes con su tiempo, porque en el centro de su acción y de su pensamiento político estuvo la creación de un mundo socialista, donde por supuesto, no caben el imperialismo ni sus valores caducos.
Ernesto Guevara proclamó una vez, ya en la Cuba revolucionaria, que “el machete de Maceo vuelve a estar presente y vuelve a adquirir su antigua dimensión”, porque frente al imperialismo “que trata de aniquilar todo lo que es puro en el mundo, se alzan los hombres, se alzan los hombres dirigidos por gentes que levantan las banderas de Martí, de Maceo y de Gómez”.
Tampoco faltó en ninguno de los dos héroes la solidaridad latinoamericana militante. La actitud concreta del Titán de Bronce como luchador revolucionario va más allá de las fronteras nacionales. Por eso planteaba en 1896: “Cuando Cuba sea independiente solicitaré del gobierno que se constituya, permiso para hacer la libertad de Puerto Rico, pues NO me gustaría entregar la espada dejando esclava esa porción de América”.
Maceo supo trascender con mucho el pensamiento político del siglo XIX, y el Guerrillero Heroico será estandarte también de ideas de vanguardia para su centuria.
La dimensión americana y mundial del Che está sustentada precisamente en su internacionalismo. El hombre ha de crear las condiciones para la lucha, pelear hasta alcanzar el poder y, después de tomado éste, continuarla en escala latinoamericana y universal.
Y como soldado de la Revolución cubana y, por tanto de la revolución mundial, luchó por la libertad de nuestra isla y cayó combatiendo al enemigo común en las selvas bolivianas, porque otras tierras del mundo reclamaron el concurso de sus esfuerzos.
Hoy 14 de junio, nuevo aniversario del natalicio de Antonio Maceo y Ernesto Guevara, rendimos sincero homenaje a estos dos héroes también hermanados por su valor, su grandeza revolucionaria, por su intransigencia de principios, por su latinoamericanismo y por su continuidad de esfuerzos en aras de un mismo y único objetivo libertador.
Porque fueron, tanto el Titán de bronce como el Guerrillero Heroico, dos combatientes revolucionarios que, en diferentes siglos, ante tareas diversas, levantaron en definitiva una sola bandera y un solo principio: aquel que sintetizó Martí de forma insuperable: “En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre” y que el digno pueblo cubano lleva en su alma y conciencia con la misma fortaleza que guarda en su memoria los ejemplos de estos dos héroes.