La gloriosa mañana de la Santa Ana

asalto_moncada-2

La corneta china suena en la alegría de días de calor y fiesta. La música del típico instrumento indica en julio la sabrosura del carnaval de Santiago de Cuba.

La conga de los Hoyos recorre las empinadas calles a ritmo de cantos, bebidas, risas de gozo popular.

El convite esta vez mezcla nuevos sentimientos y esperanzas. Un largo recorrido llega a su fin y la oscuridad muestra otro despertar.

Las fiestas permiten siempre la algarabía y cualquier disfraz.

Ahora se confunden entre luces y sombras los rostros de quienes intentan salvar el futuro.

Llegan a la ciudad más caribeña a contagiarse de tantas emociones que transmite su gente. No vienen a bailar, pero este baño de pueblo revitaliza ideas y energías.

Descienden de sus rutinas, de diferentes viajes, bajan de los autos, listos para convertir el silencio de la madrugada en grito interminable de libertad.

Queda atrás el sonido arrollador del jolgorio. Hay quienes deambulan embriagados y hasta se pernocta en cualquier esquina. Sin embargo, los muchachos que asombrarán al mundo no piensan en dormir, mucho menos en detener el paso.

No se conocen apenas, pero desde ahora la noche de la indómita Santiago los conecta eternamente. El susurro de una marcha los guía, un poema con olor a pólvora devora cada minuto. La estatura descomunal del líder despeja dudas sobre lo difícil que es vestirse de héroe.

Las horas apuntan hacia el alba. Un poco antes irrumpe la luz de la hombradía en un fuego cerrado por transformar la historia. Hay ruido ensordecedor de metralla y sirena de vehículos. Bastan unos minutos para teñir de grana calles, casas, ríos. Se matiza el cielo oscuro con la sangre rebelde, también con el escarmiento de la cruel jauría.

Dos colores bien fuertes son el estandarte de una generación. Es un amanecer distinto. El blanco del alba dibuja el día 26 en el calendario. Los primeros rayos del sol anuncian la gloriosa mañana de la Santa Ana.