Juana Bacallao: mítica, surrealista, original 

Juana Bacallao

Con estos tres términos calificó el periodista Pedro de la Hoz, «la personalidad huracanada» de esta mujer singular. Otros epítetos que la identificaron fueron: Diosa negra de todos los tiempos, Mujer espectáculo mayor, Reina de los cabarés de Cuba. 

Pocos recuerdan que su verdadero nombre era Neris Amelia Martínez Salazar, una  cubana que nació en el barrio humilde de Cayo Hueso el 26 de mayo de 1925 y cuando falleció, el 24 de febrero de 2024, todo el mundo le conocía como Juana Bacallao. 

Su vida compite en dureza con el más empecinado melodrama radial. Pobre y negra en una sociedad que la menosprecia por su oriundez racial, desde los seis años sufrió el golpe rotundo del fallecimiento de sus progenitores, suceso que le forzó a internarse en una escuela de monjas. 

En tales circunstancias tuvo que abrirse paso en un medio adverso, sola, sin ningún entorno familiar cercano. Sin embargo, la música fluía de su interior de modo natural, cual fuego que le calentaba todo el cuerpo sin llegar a quemarlo. Mas, no le resultaría fácil imponerse a las adversidades. La naturaleza parecía obstinada a privarle de sus dones: poco agraciada, de pequeña estatura y voz con un timbre áspero y nada melodioso, que por demás no sabía bailar. 

Aficionada a la música y el canto, Neris Amelia nunca pudo cursar estudios que le acercaran a ese anhelo y de forma autodidacta aprendió a tocar el piano y las  tumbadoras. Pocas personas apostarían a un éxito de su carrera artística. Pero el compositor y director de orquesta, Obdulio Morales Ríos, lo hizo, tras escucharla cantar mientras la joven pulía pisos como empleada doméstica. Entonces propició su debut artístico y compuso para ella la guaracha «Yo soy Juana Bacallao», que la rebautizó universalmente. 

Fue así como nació la mujer-mito, basado en una comicidad espontánea, su particular modo de cantar y la grandilocuencia gestual. Cuentan que muchas veces  improvisaba y que, en otras, interrumpía una canción para responder a alguien del público. Se dice que a veces olvidaba la letra de las canciones o las cambiaba a su antojo. De este modo, con su peculiar voz, gestos corporales voluptuosos y sus ocurrentes respuestas, establecía una conversación sui géneris con el público de los cabarés de la Isla y del resto del mundo, diálogo rico de un coloquialismo cargado de costumbrismo y cubanía. 

Juana Bacallao diseñó un personaje sobre el cual montó toda su vida, que convirtió en un permanente espectáculo, en el cual era casi imposible separar la ficción de lo real. Esta espectacularidad se afianzó con el empleo de un extravagante vestuario, de colores contrastantes y mucho brillo, que hacía mofa a las poses pretenciosas y de falso oropel y fanfarrias de vedette y divas que se encontraban a años luz de serlo realmente. 

Nada pudo impedir que brotara la fuerza interior de la artista, de su naturaleza desafiante y transgresora que bullía dentro de la mujer y su afán de popularidad. 

En su larga trayectoria artística, Juana Bacallao obtuvo diversos premios y reconocimientos, como la distinción Por la Cultura Nacional, la Medalla Alejo Carpentier, el Premio Nacional de Humor 2020; y el más importante de todos: el cariño y admiración de su pueblo. 

Foto: Tomada de internet 

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