José Martí y La canción del Delegado

José Martí y

La música, tanto como la palabra, eran imprescindibles para José Martí. Entre sus artículos, discursos y otros documentos, se repite la pasión que al Apóstol le inspiraba el arte sonoro.

A este dedicó innumerables elogios y también a sus creadores. Sin embargo, resulta poco conocida la única obra escrita por el Héroe Nacional de Cuba para llevar al pentagrama.

Los versos escritos por José Martí para ser musicalizados

Cuando proscrito en extranjero suelo

la dulce paria de mi amor soñé;

su luz buscaba en el azul del cielo

y allí su nombre refulgente hallé.

Perpetuo soñador que no consigo

el bien ansiado que entre sueños vi.

Siempre dulce esperanza va conmigo

y allí estará en mi tumba junto a mí.

Como casi todo lo que no se registra a tiempo, la pieza ha sufrido disímiles avatares para hacer válida su historia y escucharla tal cual fue concebida.

Aún quedan datos por confirmar y aprobar, pero es meritorio el trabajo del Centro de Estudios Martianos, de otros investigadores, así como de músicos y escritores, que han hecho posible contar hoy con tan gran tesoro.

Es por esto que aparece en el fonograma Con olor a manigua, Premio Especial en el Cubadisco 2015, para el cual el trovador y profesor Rubén Moro le facilitó al productor del álbum la grabación hecha por su proyecto Kora y la copia de la partitura inicial.

Se trata de una nueva versión, de la primera realizada como criolla, ahora a dúo entre Silvia Hernández y la clarinetista Karla Berg. Se le conoce como La canción del Delegado y se acerca lo más posible a la idea original.

De los versos de José Martí destinados a ser musicalizados por un tabaquero en Tampa, podemos disfrutar, a la vez que admiramos al Maestro, que, en medio de las urgencias por salvar a la Patria, no perdió la esperanza de un mejor futuro para la mayor de las Antillas y tampoco de seguir cultivando el espíritu de todo lo bello.

Benito O’Hallorans fue el artista cubano aficionado que puso melodía al texto, mientras María Granados, también llamada La niña de Artemisa, cantó aquel tema pionero en presencia del Apóstol el 26 de noviembre de 1893. Hasta su muerte en 1971 ella lo interpretó en nuestra Isla y aportó gran parte de la información que mantiene viva la singular reliquia musical.

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